Punto de vista de Rafael
No recuerdo haber vuelto al hotel. No recuerdo cruzar el vestíbulo ni bajar en ascensor al bar del sótano.
Pero de algún modo terminé sentado en un taburete de cuero, mirando un vaso de whisky como si tuviera respuestas.
«Otro», dije al camarero cuando el vaso se quedó vacío.
Sirvió sin comentario. Buen hombre. Sabía cuándo alguien no quería hablar.
Me tomé el segundo de un trago. Luego un tercero. El ardor en la garganta era bienvenido, un dolor físico que distraía del tormento emocional que me desgarraba el pecho.
*«Siento haberte conocido. Siento haberte querido».*
¿De verdad había dicho eso? ¿Esas palabras habían salido realmente de mi boca?
Sí. Recordaba cómo se le había hundido la cara. Cómo algo en sus ojos se había apagado para siempre.
Bien. Se lo merecía. Se merecía sentir una mínima parte de lo que me había hecho pasar.
Entonces ¿por qué sentía que era yo el que se estaba muriendo?
«Otro».
El camarero dudó.
«Señor, quizá debería…»
«Otro». Mi voz s