— ¿Trajiste todas tus herramientas? Si es así, mejor mídeme aquí mismo, quiero que me diseñes un traje a la medida.
— Caballero, en nuestro estudio hay diseñadores especializados en ropa masculina. Le presentare pronto a uno de ellos, y se le dará un buen precio.
— No quiero a nadie más, quiero que seas tú quien también me lo diseñe. Vamos no seas terca, mídeme bien y con cuidado.
— Señor Linares, creo que la medida mejor será dejarla para otro momento, cuando venga su esposa y podamos hablar todos juntos. Tengo otros compromisos que atender algo urgentes y necesito irme.
La actitud lasciva de Linares era evidente, y, además, el tipo no perdía oportunidad para tocarla.
Amanda se enfureció, tomó sus cosas y se dispuso a marcharse. Pero justo cuando se levantó, todo a su alrededor se le volvió negro, y sintió que le fallaban las fuerzas.
¿Qué estaba pasando? ¡Si no había bebido nada!
Miró el vaso frente a ella con sorpresa; no lo había tocado.
— El vaso no tiene nada, el problema es la a