76: En secreto.

La madre superiora bendijo a aquel joven sirviente y le rogo a Dios que todo saliera bien.

En su habitación, Cassandra Borbón se revolcaba sobre la cama en medio de desesperación. Eduardo Cervantes ya no dormía con ella y se había negado ya varias veces a tener sexo; parecía que la hubiera abandonado. Tomando su larga bata de seda, salió sin ser vista por las cocinas y se dirigió hacia los calabozos. Quería hablar con su esposo, quería ver a ese hombre con el que se casó por alguna razón que encontró inexplicable. Caminando descalza sobre el pavimento mojado, la mujer finalmente llegó a los calabozos. Eduardo había dejado a varios hombres custodiando que le permitieron pasar.

—Veo que vienes a regodearte de mí desgracia… — dijo Mikael arrinconado sobre una manta humedecida en el suelo.

El corazón de Cassandra dio un vuelvo a si mismo al ver las terribles condiciones en las que Mikael se encontraba, lucia febril y enfermo, casi completamente debilitado y más delgado.

—Eduardo ya no qui
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