58: Burlas injustas.

La mano de Daniel Lancaster sujetó la estrecha cintura de Emma Borbón y la pego a su cuerpo con el recato propio de un caballero. Sintiendo su perfume, y deseando acariciar la aterciopelada piel de nieve de su prometida, aquel hombre se permitió soñar con aquella entrega íntima y la vida maravillosa bajo los secretos de sus sábanas de seda. Emma sintió aquel aroma amaderado que le recordaba al bosque salvaje…el mismo aroma que recordó de su salvador aquella noche entre la tormenta. Mirando a los ojos de su prometido, se aferró a su cuello acercándose más a él para sentir el calor de su cuerpo. Aquel deseo naciente en su interior, aquel calor sofocante que adormecía sus sentidos de manera placentera al mismo tiempo que su corazón latió desbocado, le hicieron ver por primera vez que aquello que sentía, era genuinamente amor.

Eduardo Lancaster sintió su alma romperse en dos, al notar aquel baile tan íntimo y tan cargado de pasiones desbordadas ocurriendo entre Emma y su hermano menor. Aq
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