46. Muchos nombres una mujer
Capítulo 46
La sala estaba en silencio absoluto mientras Jazmín—o más bien, J. Quincy—se paraba frente a la pantalla gigante. Su voz, clara y firme, recorría el salón con la misma seguridad con la que caminaba. Los gráficos aparecían uno a uno, proyectando cifras, planes, logística, innovación… y control absoluto.
Cada palabra suya era una estocada suave, certera, mortal.
Dominaba el escenario.
Dominaba la sala.
Y lo peor—o mejor, según desde qué lado se viera—era que sabía exactamente lo que hacía.
—Nuestra propuesta no solo garantiza eficiencia, sino sostenibilidad, trazabilidad y proyección a diez años —concluyó ella, bajando el control remoto con una elegancia innata—. Pero no estoy aquí para prometer lo que otros repiten. Estoy aquí para hacerlo realidad.
Y con eso, dio un paso atrás. Ni un titubeo. Ni una sonrisa falsa. Solo fuerza.
Los jueces intercambiaron miradas. Murmullos de admiración comenzaron a correr entre los ejecutivos. Uno de ellos—el más antiguo—tomó el micrófono: