103. No se fue
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Elías no se fue.
Después del incidente con Joe, se quedó sentado en la esquina de la habitación, en silencio, dejando que Alexandra descansara. Cada cierto tiempo la observaba con atención: la forma en que su pecho subía y bajaba lentamente, la manera en que su mano jugaba distraída con el borde de la sábana, o cómo mordía el interior de su mejilla cuando algo le incomodaba.
Ella no lo echó.
—¿Te duele? —preguntó él en voz baja, cuando notó que su ceño se fruncía.
—Un poco —admitió, sin mirarlo directamente—. Pero ya pasará.
Pasaron la tarde entre charlas cortas y silencios largos, que no resultaban tan incómodos como antes. En algún punto, Elías puso una serie en el televisor de la habitación, y aunque Alexandra no prestó demasiada atención al episodio, se sorprendió de lo mucho que agradecía su presencia.
No como antes.
No como antes de la traición.
Pero como una sombra tenue de lo que una vez fueron.
A las 6:37 de la tarde, Elías miró su reloj y se levantó con cierta pesadez.
—