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El sol apenas filtraba su luz por la cortina entreabierta cuando Jazmín abrió los ojos. Tardó unos segundos en ubicarse. El calor bajo las sábanas, el aroma masculino que aún impregnaba el aire... Nate.

Él dormía a su lado, de espaldas, con una respiración tranquila que no coincidía en absoluto con el torbellino que sentía en su pecho. Se incorporó con cuidado, intentando no despertarlo. No sabía qué decirle, ni qué pensar exactamente de lo que había pasado. Su cuerpo aún lo recordaba todo con nitidez, pero su corazón no se rendía tan fácilmente.

Nate abrió los ojos unos segundos después, sintiendo el hueco vacío a su lado.

—¿Te vas a ir sin decir nada? —preguntó con la voz ronca.

—No tengo nada que decir —respondió, mientras abrochaba lentamente su blusa sin mirarlo.

—No fue un error, Jazmín.

—Quizá no... pero tampoco lo cambia todo.

Él la observó, sentado ya en el borde de la cama, los músculos tensos, la mandíbula apretada.

—Entonces seguimos fingiendo.

—¿Y no es lo que mejor s