Aquella mañana había sido lluviosa, las rosas en los jardines estaban empapadas, llenas de roció por la tormenta de la madrugada. El cielo estaba gris, y parecía que, en cualquier momento, una nueva tormenta caería sobre el castillo.
Adalet se sentía desdichada. Había sido calumniada cruelmente, se había enterado de aquella noticia inesperada, y Dante, parecía odiarla más allá de su inocente comprensión, porque extrañaba mucho a Bastián Myers. Repentinamente, y ya sin ninguna sorpresa, la pelirroja se hallaba pensando nuevamente en él, y en todo lo que habían compartido juntos hasta ese momento.
Sentía el deseo de llorar, de llorar amargamente por haberse enamorado del hombre equivocado y quien también la había lastimado. Bastián había sido su salvación, quien le había mostrado que podía amar sin reservas otra vez, y que su corazón no se había podrido por completo en medio de sus venganzas. Lo extrañaba, extrañaba sus besos, sus caricias, aquel toque gentil y seductor que le hacía vib