En la mansión Urriaga, Maximiliano y Mariana discutían.

—Tienes que borrar esa entrada en tu Blog, ¿Acaso no escuchaste la amenaza de Leonardo Prego? — exigía Maximiliano con ahínco, no deseando perder su oportunidad de saber lo que planeaba la empresa rival.

—¡No voy a borrar nada!, ¡No le tengo miedo a ese hombre!, ¡Arianna debía de disculparse conmigo y ahora tú la estas apoyando!, ¿Acaso no me amas?, ¿Por qué la estas defendiendo? — cuestionaba Mariana en medio de una rabieta.

—¡No estoy apoyando a Arianna! Entiéndelo, pero Leonardo Prego no es un hombre a quien tener de enemigo, haz lo que te pidió, ya me encargare de que Arianna se disculpe apropiadamente sin su prometido de por medio, por ahora tendrás que esperar. — respondió Maximiliano.

Furiosa, la joven que nuevamente olvidaba fingir su enfermedad, caminó hasta su habitación. Mariana arrojaba furiosa su bolso sobre la cama.

—Maldita Arianna… — musitó enfurecida después de haber sido directamente amenazada por Leonardo Prego