Corrió por el bosque durante toda la noche sin parar, solo daba círculos buscando una salida a un laberinto imaginario, con una rapidez admirable y con una agilidad que le asombraba, su cuerpo no se debilitaba, sonrió al sentir el aire fresco rosar sus mejillas y el aroma a campo húmeda del amanecer.
Mientras corría, cada vez más se divertía de la velocidad que podía alcanzar, a ratos le angustiaba no saber de qué se estaba alejando, se preguntaba que era esa sensación de perdida que dejaba atrás, pero no se detendría. Aunque su corazón doliera como si llevara un puñal clavado en su pecho.
La figura de un hombre alto de cabello negro y una mirada penetrante y grotesca se presentó sobre su camino, una mirada llena de odio, poco a poco se fue deteniendo hasta mantenerse a al menos cinco metros de él.
Respiro agitada, no pregunto nada a ese extraño, solo fijo su mirada recelosa sobre él.
—¡Camila! —abrió sus ojos confundida, reconoció su vos al instante y ese nombre que pronuncia vib