La mañana siguiente llegó con una calma tensa, el sol apenas filtrándose por las cortinas entreabiertas mientras el mundo exterior despertaba ajeno a la turbulencia emocional de la noche anterior.
Tete miró a su alrededor, buscando a Wilson en la habitación iluminada por la suave luz matutina que se filtraba por las cortinas.
—¿Wilson?
Wilson no estaba en la cama. El corazón de Tete empezó a latir más rápido mientras se vestía rápidamente y salía al pasillo iluminado por el sol.
—¡Wilson! —llamó nuevamente, su voz resonaba en el silencio.
Finalmente, lo vio a lo lejos, de pie junto a la ventana. Corrió hacia él con pasos rápidos y, al alcanzarlo, lo abrazó con fuerza.
Wilson permaneció de espaldas, su figura apenas visible contra la luminosidad del día que se filtraba por la ventana.
—No vuelvas a dejarme sola, Wilson —susurró Tete, sintiendo cómo la tensión de la noche anterior aún pesaba sobre ella.
Él se giró lentamente, sorprendido por la intensidad de sus palabras.
—Perdón, creí