Lucía ayudaba a Eloísa a caminar por los corredores amplios y frescos de la casa, la pierna le dolía como el demonio con cada paso que daba y la muchacha delgadita le estaba sirviendo de apoyo.Eloísa, por primera vez desde que se había despertado en ese extraño lugar se permitió pensar en Gael, en como la había usado para alcanzar sus objetivos y eso le produjo un nudo en el pecho. Apenas estaba comenzando a entender lo que sentí por el hombre y todo se había desbaratado antes sus pies, se le había caído la máscara y ella se sintió usada.Cuando llegaron al final de uno de los pasillos, junto a la puerta había un anciano gordito, con los ojos tremendamente azules y el cabello blanco como un manto de nieve. En cuanto las vio, caminó hacia ellas y tomó el rostro de Eloísa con las cálidas manos para contemplarla detenidamente.—Si —dijo más bien para sí mismo y Eloísa se quedó paralizada —eres tal como te imaginé — se volteó de lado después de soltarla y le señaló el hombro para que ell
Gael tuvo que utilizar todas las habilidades que tenía para poder estar sentado frente al celular en medio de la sala. Llevaba dos días sin ir al colegio y estaba casi seguro que ya no volvería, no tenía sentido volver si ni Eloísa ni Ezequiel estaban ahí, y ahora ambos sabían la verdad y la farsa se le había escurrido entre los dedos como un puñado de arena. Gabriel estaba sentado frente a él y señaló el celular con gesto aburrido.—¿Qué te hace pensar que esta vez sí te devolverá la llamada? —le preguntó y Gael no contestó, nada lo aseguraba —desde que se llevó a papá has intentado esto cada vez que puedes y él no aparece —como para burlarse del pesimismo de Gabriel el teléfono sonó y Gael notó que era un número privado. Cuando contestó y reconoció la voz de Luther al otro lado se le revolvió el estómago, no sabía qué sentir, si odio por escuchar la voz del hombre que le descontroló la vida y secuestró a su padre o un poco de nostalgia por un viejo amigo.—¿Lo encontraste? —le pregu
La carnicería.Ezequiel sintió que le palpitaba con tanta fuerza el corazón que no escuchó nada más que sus fuertes latidos mientras el hombre que tenía una feroz expresión avanzaba hacia ellos. Saúl, su padre, aferró la espada con fuerza y cuando el hombre estuvo a un metro y extendió el aparato eléctrico que produjo un ruido aterrador, Saúl lanzó un tajo con la espada que le amputó dos dedos de la mano que rodaron por el piso alfombrado. El hombre cayó de rodillas al suelo gritando y Ezequiel tomó el bastón eléctrico que rodó cerca de él.El resto de los hombres se miraron, Saúl con la espada se veía amenazante y los gritos de su compañero en el suelo no ayudaban. Ezequiel volteó a mirar a su madre encogida detrás de él y le gritó:—¡Corre! —la mujer se escabulló por la puerta del pequeño museo y todos los hombres se abalanzaron sobre ellos.Saúl manejaba con estudiada habilidad la espada, según Ezequiel recordaba, había practicado esgrima de joven, y acertaba dos de cada tres zarpa
Eloísa tomó de la muñeca a Lucía y la levantó de la cama prácticamente a rastras, tenía el corazón acelerado y el dolor de la pierna le impedía caminar con habilidad, pero no le importó. —¿De qué hablas? —le preguntó la muchacha delgadita y Eloísa la tomó por los hombros. —Luther no nos vigila —le dijo ella en un susurro —solo hay un par de hombres en las entradas, pero pasé un rato buscando una salida y la encontré —Lucía parecía desconcentrada y Eloísa la vio dudar por un momento. —¿Y qué haremos allá afuera? ¿Cómo vamos a regresar? —Eloísa la tomó de la muñeca y comenzó a arrastrarla fuera de la habitación. —Ya pensé en eso, iremos a la embajada de Colombia en este país, ellos nos llevarán a casa, si no funciona, llamaré a mi padre, tiene un jet privado que puede venir por nosotras —Lucía frenó en seco y detuvo a Eloísa. —Es un viaje como de veinte horas —Eloísa retomó la marcha y la sacó de la habitación. —Sé que Gael vendrá por mí, por nosotras, sobre todo por él —llevó a L
Eloísa se sentía cansada y derrotada, de haberlo sabido, se hubiera quedado durmiendo plácidamente toda la noche, pero en vez de eso, viajaba estrecha en la parte de atrás de un auto, mojada y esposada a Lucía al señor Bob rumbo de nuevo a su cárcel de oro.Miró al anciano y se preguntó por qué las dejó hacer toda esa locura si sabía que no serviría de nada, parecía que por el mero hecho de sacar de quicio a Luther el hombre hacía cualquier cosa.Vio las luces de la casa a lo lejos, parecía que su huida había revolucionado el lugar, ya que todas las luces estaban encendidas y se veían a los hombres correr de un lado para otro.Cuando el auto entró en la casa Eloísa, que estaba al borde de la ventana, levantó la cabeza y se encontró con los afilados ojos de Luther que la miró desde el tercer piso y ella sintió un escalofrío. Se preguntó si por ese hecho perderían los privilegios que tenían, por que podían caminar por toda la casa, comer, ver la televisión, aunque no se entendiera nada,
Ezequiel estaba sentado en el suelo entre los pies de Lucas, el moreno estaba sentado en el mueble de la sala de Harrison y lo abrazaba por los hombros con la intención de calmarlo un poco.Las cosas que habían pasado en la casa habían dejado al rubio tembloroso y bastante paranoico. Después de salir llegaron a un hotel no muy caro para no llamar demasiado la atención y allí le explicó a su padre todo lo que sabía de La Carta Blanca y de que Eloísa estaba viva.—Sé que es tu padre —le dijo el hombre a Lucas —pero si ese hijo de puta intentó secuestrar a mi hija lo voy a matar —Ezequiel avanzó hacia donde él estaba y lo sacudió por los hombros.—No puedes decirle nada, papá, si él se entera que sabemos puede ser un inconveniente. Ya sabemos que Eloísa está lo más a salvo que se puede, ahora tenemos qué preocuparnos por nosotros mismos, por ahora, concentrate en tratar de recordar si el abuelo o su padre te dijeron algo sobre el tal collar —Saúl sacudió la cabeza y el cabello rubio húme
Eloísa contempló el cielo nublado, al horizonte, las nubes se acumulaban como montañas de nieve y parecía que la tormenta no hacía más que comenzar, pero a pesar de eso, el hombre que la seguía no se daba por vencido.Eloísa pensó que era un acosador, uno de tantos, pero no, había algo diferente en él, parecía más profesional, pero ella no era una estúpida, sabía perfecte que la estaba siguiendo. Se preguntó si era algún trabajador de su padre que había sido enviado para protegerla, pero no importaba, en un par de minutos logró perderlo a pesar de su uniforme de colegio y cuando entró por las instalaciones algo dentro de ella le decía que no era una buena señal, lo sintió en los huesos, pero ignoró el sentimiento, nunca había sido una mujer muy creyente. ****El agua caía del cielo con una intensidad descomunal, como si el firmamento se desmoronara en fragmentos helados. Las piedras de hielo impactaban contra los techos de arcilla con tal violencia que quienes buscaban refugio bajo
El chisme se había distribuido por el todo el colegio Los Molinos como una bomba apestosa, rodando por cada pequeño rincón e infectando hasta la más trivial conversación, incluso los que no quisieran enterarse del nuevo acontecimiento se veían involucrados en uno que otro chisme de corredor o conversación fugaz en medio de las clases, pero poco le importaba a Eloísa aquel nuevo y repentino cambio. ¿Qué más daba un maestro nuevo?En lo único que pensaba mientras grafiteaba en la parte de atrás de su cuaderno era en el penoso año escolar que tenía que pasar. Su rebeldía y tremendo placer por causar el descontento de sus padres la había sacado de dos de las mejores escuelas privadas de toda la ciudad de Medellín y la había lanzado a un triste colegio público en decadencia y mediocre. Ellos ya no estaban dispuestos a pagar las caras colegiaturas para que Eloísa se sentara en una esquina a enseñarle el dedo de en medio a cuanta persona intentara entablar conversación con ella, pero acababa