Salió del despacho, en el salón encontró a Alessa desayunando, ella notó su presencia y le miró.
—Buorgiorno. — saludó ella al verle. —¿Cómo estás?
—Bien, Grazie. — agradeció. —¿Tú has dormido algo? — ella asintió.
—¿Cómo está Franco? —preguntó por su amigo.
—Aun no he llamado, hoy iré a verle. — ella asintió.
—Yo iré al club hoy, está noche habrá más gente. — él la miró y vio como pegaba un mordisco a la tostada.
—Perfecto, yo estaré a mi hora. —sus miradas conectaron. —Te espero en el cuarto. — se fue del salón, dejando a Alessa confuso.
Ella sabía porque la ordenó ir, se la iba a follar y ella no podía negarse. Orlando la follaba de una manera que ella se quemaba en el infierno y no la importaba si iría al infierno, pero si iría llena de placer y de buenas folladas por el italiano.
Cuando perdió la virginidad con él, la trató con tanto amor y cariño, que ella cada día dudaba, en que él fuera el asesino de su madre. Pero su padre le dijo que fue él, seria él.
Cuando acabó, se lev