Epílogo

Cuando llegaron a Sicilia, Orlando llevaba a su hija cogida de la mano.

Entraron en la casa, la niña estaba nerviosa y callada. Orlando la miraba aún no creía que su pequeña estaba viva, iría a por Alessa y se lo diría. Orlando las llevó al salón y la sentó en el sofá, Orlando se puso a su altura.

—Yo voy hablar con Alessa y ella será una mami para ti. — la acarició la mejilla.

El italiano subió las escaleras y cuando abrió la puerta, la pelirroja no estaba en la cama. Escuchó en agua del baño y fue directo hasta allí. Pero antes de que pudiera abrir, esta fue abierta y Alessa salió pegándose un susto.

—¡Joder amore! Que susto. —él sonrió. —¿Cuando llegaste? —le abrazó por el cuello.

—Ahora mismo, necesito decirte algo. —ella asintió con el ceño fruncido, la llevó hasta la cama y la sentó. —¿Recuerdas cuándo te dije que iba a ser papá? —ella asintió. —Pues... Me acabo de enterar que ella está viva. —Alessa abrió sus ojos como platos. —Se llama Sarah y tiene 9 años. —la pelirroja l
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