04: Trato

Orlando, no podía quitar la cara de tristeza de ella, verla con los ojos rojos e hinchados, algo de su interior se conmovió. Nunca pensó que después de tantos años, se preocupará por una mujer, dejó todo aquello atrás.

En su casa en el jardín, con sus amigos desayunaban. Orlando quería contarles, pero no sabía cómo decirles, ellos se alegrarían pero como explicarlo. En su mente estaba ella, no salía de su cabeza.

—¿Qué te pasa? — dijo Franco, al verle tan pensativo.

—¿Estaría traicionando a Florencia, si otra me cautiva? — todos les miraron, sonrieron después de todo, su amigo miró a otra mujer.

—No, ella estaría feliz al saber que puedes rehacer tu vida. — Orlando negó.

—No, no, lo que yo quiero con esa mujer es que sea mi sumisa 6 meses. — Enzo arrugó su ceño. —Me gusta, porque es inocente, inexperta y muy sexy.

—¿Y por qué no hablas con ella? — preguntó está vez Maurizio.

—Se lo propuse, le di el contrato, pero me vio con otra. — sus amigos escuchaban. —Me dijo que las mujeres no era objetos y que tenían corazón.

Realmente él no pensaba así de las mujeres, él estuvo casado y si no estuvo con alguien en este tiempo, es porque aún no estaba preparado.

—Tú no eres así,  tú eres de los que dice, “las mujeres son independientes, unas  joyas que debes cuidar y proteger” — dijo Enzo. —Tal vez la chica no crea en los hombres.

—Si, pero ella no me ve así. No sé cómo haré para que sea mi sumisa. — bebió un trago de su café.

—Haz un trato, no sé, investígala tal vez hay algo que ella tenga. — el italiano miró a su amigo.

—Eso es algo cruel, ¿No crees? — Franco levantó sus hombros.

—Si la quieres como tú sumisa, es la única manera. — Orlando proceso las palabras de su amigo, talvez tendría razón.

A lo mejor era la mejor manera, la única forma de tenerla como él la quería, pero… la pregunta era, ¿Por qué quería romper su inocencia? Ni él mismo sabía porque, esa inocencia que él quería romper, le llamaba mucho la atención y quería corromperla.

—Tienes razón. — sonrió. —¡Matt! — llamó a su escolta.

El escolta no demoró mucho en llegar, cuando llegó a jardín, se puso al lado de su jefe.

—¿Me llamaba, señor. — el italiano asintió.

—Si, necesito para hoy toda la información de la señorita, Alessandra Espósito. — el chico asintió y salió del jardín.

Hoy podría que ella aceptará el contrato y por fin  podría tenerla como tanto ansiaba el mafioso.

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> pensó. <

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Orlando, fue hasta su despacho junto a sus amigos y se encerraron. Giovanni y Mariano casi nunca quedaban con ellos, ellos entendían el motivo, uno ya era padre y posiblemente otro en camino, Mariano ya tenía a su familia como tanto ansiaba. Era normal que no quisieran ponerlas más en peligro.

Hoy la volvía a ver, hoy hablaría con ella para tenerla 6 meses, 6 meses que la tendría solo para él.

—¿Cómo va tu club? — preguntó Paolo que había mantenido callado. —Sandro me ha vuelto a dejar solo para irse a Alemania.

—Ese si que vive bien. — dijo Enzo. — Folla cuando quiere y con quién quiere.

—No tiene mujer, no tiene hijos, que disfrute. — respondió Orlando. —Es joven y no tiene responsabilidad.

—Si, pero es como un mandril en celo. — rieron. —Ojalá follara yo como él. — todos le miraron con una ceja levantada.

—¿Te recordamos el por qué te llaman “el conquistador”? — Exclamó Franco. —Eres el mejor conquistando, tienes una labia que hace que una mujer caiga rendida. Has hecho tríos, orgias. ¿Qué más quieres?

—Me gusta que las mujeres me amen, por mis folladas. — con su ego por las nubes, respondió.

—Pues ya está, Sandro hace lo mismo. — siseó Paolo defendiendo a su amigo.

—Venga anda, que yo quiero estar tranquilo e ir a mi club. — Orlando se levantó y echó a sus amigos de allí.

—Tú lo que quieres es verla. — se burló Enzo. —No nos vengas con cuentos absurdos.

—Si, la quiero ver, ¿Algún problema? — siseó, todos negaron. —Pues de puta madre.

Los chicos se fueron y Orlando se metió en su habitación. En unas pocas horas la volvería a ver, necesitaba verla y hacer de una vez el maldito contrato. Se tumbó en la cama y se dejó caer por el sueño.

Alessandra, ya se estaba preparando para ir al club, está vez iría de azul marino. Cada noche tenía un color distinto, pero enseñar el culo era lo mismo. Necesitaba tenerlo comiendo de su mano, verle enamorado y luego matarle. Día a día ella organizaba su plan a la perfección, sin ningún fallo, necesitaba que solo saliera bien.

Cuando acabó, se puso un abrigo largo hasta las rodillas y salió de su departamento. Como siempre iba en taxi y otra noche más que lo vería. Desde la última que discutieron, Orlando no volvió hablar con ella, desde la distancia la miraba, pero no cruzaba palabras.

Al llegar al club, ella fue hacer su trabajo, en poco minutos abrían y tenían que tener todo en orden.

Las horas pasaban y Orlando no aparecía, era extraño ya que él siempre llevaba a las once pero hoy no.

Alessandra, no quería prestar mucha atención sobre ello, no quería preocuparse por él. Pero era imposible, él jamás llegaba tarde y las horas seguían y él no aparecía.

Orlando, tenía preocupados a todos, nadie sabía de él desde hace horas. Lo intentaron llamar, pero no había respuesta. Franco dio la orden de rastrear su teléfono y saber de una vez que pasaba con su amigo.

5:30 de la madrugada y Alessandra está apunto de marcharse, solo servía una mesa más y se iría. La habían dicho que Orlando ya estaba en el club, pero lo más extraño es que ella no le vio llegar. De Pronto vio a un hombre trajeado, totalmente de negro y él se acercó a ella.

—Señorita, necesito que me acompañe. — le dijo el hombre, ella no entendía nada.

—¿Dónde? — preguntó.

—Aquí no se lo puedo contar, los señores necesitan su ayuda. — ella no dijo más, siguió al escolta hasta la oficina de Orlando.

El hombre abrió la puerta y dejó que ella entrará. Alessandra sin entender absolutamente nada, cruzó la puerta. Vio a Franco, Maurizio, Enzo y a Paolo, siguió mirando la oficina hasta que dio con el cuerpo del italiano tirado en el sofá de cuero de su oficina, corrió hasta y le vio inconsciente, con su pecho lleno de sangre. Tomó su pulso y lo tenía demasiado débil, se llevó su mano a la boca y sus lágrimas empezaron a salir.

—¿Qué le ha pasado? — preguntó ella nerviosa.

—No lo sabemos, le vimos así. — respondió Franco. —Necesitamos que le cures, estudiantes medicina. — ella se había quedado perpleja, ¿Cómo sabían ellos, lo que estudiaba?

—¿No será mejor que un médico lo vea? — todos negaron. —Ok, voy a necesitar, el botiquín. — respiró profundamente. —También necesito, un cuchillo afilado, alcohol, toallas pequeñas y un mechero. — todos hicieron lo que ella les pidió, ella miró la Paolo para que cerrara los estores de las ventanas de la oficina.

Desabrochó su camisa con cuidado, vio su herida y no era una herida normal, era de bala, lo habían intentado matar. Alessandra se puso a su lado, cogió el alcohol entre sus manos y desinfectó la herida. Cogió el cuchillo y el mechero quemó la punta, necesitaba desinfectarlo para parar la sangre. Puso el cuchillo sobre la herida y Orlando empezó a quejarse de dolor, intentó pararla pero Enzo sujetó su brazo.

—Esto le va a doler, no tengo anestesia para dormir esa parte, se lo haré a pelo. — todos miraron la pinza y sabía que se refería. —Necesito silencio y que lo sujeten.

Alessandra, acercó  la pinza a su herida y metió la punta para sacar la bala, como ella decía el italiano se empezó a mover, gritando de dolor. Pero no podía parar, tenía que sacarla.

Después de 30 minutos, sacó la bala. Con hilo y aguja, empezó a coser su herida, le puso una toalla humedad en su frente para que le bajará la fiebre. Se levantó y fue hasta el baño personal de él y se lavó las manos para quitarse la sangre entre sus manos.

—Cuando despierte, se sentirá molesto. Me necesita estar tumbado varias horas, cuando esté en casa que este en cama. Pero como es tan cabezón que no hará caso, ponerle un cabestrillo. — todos asintieron. —Yo ya me tengo que ir, addio. — salió de allí, realmente no quería dejarle solo, pero no podía poner los sentimientos de por medio.

Alessandra le vio tan indefenso, no le vio como una persona cruel, le vio como una persona con corazón.

Al día siguiente, Alessandra tenía su día libre, hoy no trabajaría en el club. Tal vez Orlando supo que ella le curo y como agradecimiento la dio el día para ella.

Alessandra estaba en su casa viendo la televisión, con un pantalón cortó y camiseta. El timbre sonó y ella arrugó su ceño, miró el reloj y eran las nueve de la noche. Caminó hasta la puerta y abrió.

Sus ojos se abrieron con sorpresa, viendo al hombre parado en su puerta, con un traje. No lo podía creer, como él lo sabía su dirección. Le miró de arriba abajo asimilando que no era un sueño, que era real.

—¿Vas a dejarme pasar o vas a seguir mirándome? — preguntó con una sonrisa, ella reaccionó y asintió, abrió un poco más la puerta para que entrará.

—¿Qué haces aquí? — preguntó cerrando la puerta, Orlando se giró y asintió.

—Supe que tú me curaste y quería darte las gracias por salvarme la vida. — agradeció. —También a decirte que… que quiero que seas mía 6 meses, acepta per favore.

¿Qué obsesión tenía él, con que ella fuera su puta seis meses?

Alessandra, lo pensaba, tenerle más cerca podría tener más posibilidades de matarlo, saber sus puntos débiles, todo de él.

—Acepto…

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