Adrián
La sala se vació lentamente, dejando tras de sí un pesado silencio. El acuerdo había sido firmado, o al menos eso pensábamos. Pero el aire aún parecía estar cargado de una energía vibrante, una tensión palpable que no había desaparecido por completo. Los jefes de los clanes se dispersaban, cada uno volviendo a sus preocupaciones, a sus inquietudes. La duda no había sido completamente disipado, pero habíamos dado un paso crucial.
Sasha, a mi lado, observaba la habitación con una concentración fría. Podía sentir su orgullo, pero también su ansiedad. Solo era un comienzo. Todo estaba por demostrar. Y no era la primera vez que caminábamos sobre una cuerda floja, con tanto que perder.
No está aún ganado, murmuró ella, casi para sí misma.
Asentí con la cabeza, comprendiendo exactamente lo que sentía. Sabía mejor que nadie que el camino que acabábamos de trazar era solo una promesa frágil. Las viejas rencillas no desaparecen con un solo acto de reconciliación. Permanecen latentes, lis