Sasha
Las tinieblas se espesaban a nuestro alrededor como una manta asfixiante, cada movimiento, cada aliento parecía amplificar el silencio opresivo del bosque. No había más viento, ni ruido, como si el propio mundo contuviera el aliento, esperando algo. Habíamos penetrado más profundamente en el claro, pero la extraña luz de la luna, aunque brillante, ya no bastaba para disipar las sombras. Se habían extendido, retorciéndose y plegándose sobre sí mismas, creando formas borrosas y amenazantes. Una sensación de asfixia invadía mi corazón, un presentimiento de que algo nos observaba, nos vigilaba, esperando el momento en que bajáramos la guardia.
No es normal, murmuró Adrian, su voz tensa, casi inaudible, como si el menor sonido pudiera romper el equilibrio precario que reinaba a nuestro alrededor. Puedo sentir la presencia de algo… no es casualidad que estemos aquí.
Lo miré, su expresión era una fusión de desconfianza y curiosidad. Sus ojos, por lo general tan tranquilos y calculadore