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Capítulo 32 – La delgada línea entre la sangre y la lealtad

Sasha

— Que Adrian Vassili no es alguien a poner a prueba. Que tú no eres alguien a usar contra él.

La mandíbula de Adrian se tensa. Sé lo que piensa. Si golpeamos ahora, corremos el riesgo de atraer más atención, de acelerar este juego de los Vassili. Pero si huimos, confirmamos sus sospechas… confirmamos que soy su debilidad.

— Necesitamos información antes que nada, dice Adrian. — Tengo a alguien en la ciudad que puede decirnos qué están tramando los Vassili.

Dante inclina la cabeza, intrigado.

— ¿Y ese misterioso informante, quién es?

— No es tu problema.

Dante ríe suavemente.

— Muy bien. Pero hagámoslo rápido. Porque si esos exploradores nos han seguido, es que alguien ya sabe que estamos aquí.

Tiene razón. Lo siento en lo más profundo de mis entrañas. El tiempo se nos acaba.

Salimos del almacén en coches separados. Adrian me lleva con él, mientras que Dante nos sigue detrás. El trayecto hasta la ciudad se hace en un silencio pesado, pero el aire entre nosotros es todo menos tranquilo.

Finalmente, hablo.

— Sigues pensando en lo que dijeron.

Adrian no responde, pero su agarre en el volante se vuelve más tenso.

— Ellos piensan que soy tu debilidad, continúo. — ¿Tienen razón?

Exhala ruidosamente por la nariz, molesto.

— No.

— Entonces, ¿por qué ya pareces estar preparando la guerra?

Su mirada se posa brevemente en mí antes de regresar a la carretera.

— Porque podría tener que librar una.

Odio eso. El peso que lleva. La carga de su nombre, de su legado, de su lealtad hacia una familia que no dudaría en destruirlo si se sale de la línea.

— Adrian…

Él sacude la cabeza.

— Hablaremos de eso más tarde.

Típico.

Llegamos a un club exclusivo en el corazón de la ciudad. El tipo de lugar donde criminales, políticos y fantasmas del inframundo se cruzan bajo la ilusión de la civilidad.

Adrian aparca el coche en el estacionamiento privado, y nos dirigimos hacia adentro sin dudar. Los porteros nos reconocen de inmediato y se apartan. Dante se une a nosotros unos momentos después, y su presencia no deja de hacer girar algunas cabezas.

Dentro, el aire está saturado de perfume, humo y juegos de poder. Adrian no disminuye la marcha, guiándome a través de la multitud con una mano firme en mi espalda. Es posesivo, protector… y totalmente inútil.

Nos detenemos en un salón VIP aislado donde una mujer nos espera. Alta, elegante y desprendiendo una autoridad que parece provenir del conocimiento de demasiados secretos.

— Llegan tarde, dice mientras sorbe su bebida.

— Los planes han cambiado, responde Adrian.

Ella me examina un instante, luego a Dante, antes de volver su mirada a Adrian.

— Supongo que quieren saber qué está tramando su familia.

Adrian no parpadea.

— Habla.

La mujer deja su vaso y cruza las piernas.

— Los Vassili no solo te están poniendo a prueba. Están tendiendo una trampa. Y ya se está cerrando.

Un escalofrío recorre mi espalda.

— ¿Una trampa? repito.

— No solo quieren ver si vas a ceder, Sasha, continúa. — Quieren forzar a Adrian a demostrar dónde está su lealtad.

Dirijo mi mirada hacia Adrian. Su rostro es de piedra, impenetrable.

— ¿Y cuál es la prueba? pregunta él, con voz calmada.

La mujer suspira.

— Quieren que mates a alguien.

El silencio se establece, pesado y sofocante.

Luego Adrian habla, su voz afilada como una hoja.

— ¿Quién?

Ella duda antes de responder.

— Dante.

Dante no reacciona de inmediato, pero siento la tensión que cambia a su lado.

— Bueno, eso es audaz, finalmente dice con una sonrisa de lado.

Mi estómago se revuelve. No es solo una prueba—es una declaración. Los Vassili no ven a Dante como una amenaza. Lo ven como la clave para romper a Adrian.

Me vuelvo hacia Adrian, el corazón latiendo con fuerza.

— No estás pensando en considerar eso, ¿verdad?

Su mirada se posa en mí. Y por primera vez, veo vacilación.

No porque quiera matar a Dante.

Sino porque sabe que si se niega… vendrán por mí en su lugar.

El silencio que se establece después de la revelación es un garrote alrededor de mi garganta. Adrian debe matar a Dante. Eso es lo que quieren los Vassili. Una prueba de lealtad, un ultimátum.

Fijo la vista en Adrian, buscando en su mirada una respuesta que me tranquilice. Pero todo lo que veo es una tormenta silenciosa. Una guerra interna cuya conclusión aún no conozco.

Dante, por su parte, permanece impasible. Se alisa la camisa como si le acabaran de ofrecer una taza de té en lugar de un contrato sobre su cabeza.

— Interesante, murmura.

Su tono es ligero, casi divertido. Pero lo conozco demasiado bien como para ser engañada. Detrás de esta fachada de despreocupación, ya está analizando la situación en todos sus ángulos.

— Supongo que si todavía estoy vivo, es porque no aceptaste la oferta de inmediato, Adrian.

— No me tientes, gruñe Adrian, con una mirada oscura.

Coloco una mano en su brazo, sintiendo la tensión vibrar bajo su piel.

— No vamos a jugar su juego.

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