Morgana
Tan pronto como cruzamos el umbral de una inmensa sala, una nueva visión se apoderó de mí.
Un fuego crepitaba en la chimenea. Las risas resonaban contra las paredes de piedra. Me vi a mí misma, vestida con un antiguo vestido, sentada cerca de Lucian. Su mirada atravesaba mi alma, y una intensa calidez me invadió. Extendió una mano, rozando mi mejilla con una ternura inquietante. Luego la imagen cambió bruscamente.
Una puerta se abrió de golpe. Dorian entró, su rostro deformado por la furia.
— ¿Cómo pudiste? rugió.
El suelo pareció desmoronarse bajo mis pies mientras regresaba bruscamente a la realidad. Mis piernas flaquearon, y Lucian me atrapó justo antes de que cayera.
— Respira, murmuró suavemente. Estoy aquí.
Sentí la explosión de celos de Dorian en ese instante. Su mirada se endureció al ver a Lucian apoyándome, y avanzó bruscamente, agarrando mi brazo para alejarme.
— No la toques, gruñó entre dientes.
Lucian esbozó una sonrisa, divertido.
— Tienes mi