Morgana
El fuego crepitaba suavemente, proyectando sombras en la cueva donde habíamos encontrado refugio. Lucian dormía, su respiración regular apenas perturbaba el silencio ambiente. Dorian, por su parte, estaba sentado cerca de la entrada, vigilando la noche. En cuanto a mí, el sueño me eludía.
Apenas había cerrado los ojos cuando imágenes comenzaron a invadir mi mente. Visiones. No eran sueños ordinarios, no. Algo más antiguo, más profundo.
Un castillo con muros ennegrecidos por el tiempo. Una silueta envuelta en una capa púrpura, el rostro oculto bajo una capucha. Un círculo grabado en el suelo, irradiando una luz dorada. Y en el centro de este círculo… yo.
Me veía, pero no era yo. Mi cabello era más largo, más oscuro. Mi mirada brillaba con una intensidad sobrenatural. Y pronunciaba palabras en un idioma que no comprendía.
Luego el dolor. Una explosión de energía desbordándose en mi cuerpo. Grité sin poder detenerme. Alguien se acercaba, murmurando palabras reconfortantes. Una ma