Morgana
El rugido de la criatura hizo temblar las paredes de las ruinas. Mi cuerpo se congeló un instante bajo la intensidad del peligro, pero Dorian me tiró bruscamente hacia atrás, colocándome detrás de él mientras Lucian desenvainaba una hoja negra con reflejos inquietantes.
— Morgana, quédate detrás de mí, gruñó Dorian, con la mandíbula apretada.
Lucian, por su parte, no se movió, su mirada fría fijada en la bestia.
— No has cambiado, ¿verdad…? murmuró.
Parpadeé. ¿Qué quería decir con eso?
La criatura avanzó, y bajo la pálida luz de la luna, distinguí su apariencia aterradora: cuernos retorcidos enmarcaban su rostro deformado, y sus ojos rojos brillaban con una inteligencia cruel. No era solo una bestia, era un ser antiguo, un guardián de estos lugares.
— Al fin, suspiró con una voz áspera. La reina ha encontrado su camino.
Un escalofrío helado recorrió mi espalda.
— ¿Quién eres? susurré.
Una sonrisa siniestra deformó su mandíbula inhumana.
— ¿No lo recuerdas aún?
Antes de que pud