Adrián
Su mirada desciende sobre mi mano apoyada en ella, y siento su rabia visceral, esa necesidad de verme desaparecer.
Debería encontrarlo insignificante. Este lobo no representa nada para mí. Pero… hay algo en su mirada. Algo que me molesta.
Un apego que no puedo ignorar.
Sasha da un paso atrás, liberando el espacio entre nosotros. Su mirada oscila de uno a otro, su corazón latiendo tan fuerte que puedo contar cada pulsación.
— Suficiente.
Una sola palabra, pronunciada con una autoridad nueva.
Dante y yo nos congelamos.
Ella nos observa, los labios apretados, como si estuviera luchando contra sus propios demonios.
— ¿Qué creen? ¿Que pelear una y otra vez cambiará algo?
Ella sacude la cabeza, la mirada oscurecida.
— Quieren poseerme, los dos, pero no soy un trofeo. Soy una loba. Elijo a dónde voy y con quién.
Debería estar molesto por su tono cortante, pero, por el contrario, una ola de deseo me abruma. Esa fuerza, ese orgullo salvaje… me vuelve loco.
Dante, en cambio, parece golpe