Sasha
El aire está cargado de tensión.
Dante se ha ido, pero su ausencia es más ruidosa que su presencia. Ha dejado atrás un caos silencioso, una guerra no dicha que retumba en el espacio entre Adrian y yo.
Retrocedo un paso.
La mirada de Adrian me atraviesa.
— Sentiste lo que yo sentí.
No es una pregunta.
Es una certeza cruda, indiscutible.
Cierro los ojos un instante, tratando de calmar los latidos frenéticos de mi corazón. Pero es inútil. Este maldito vínculo entre nosotros es un fuego incontrolable, una marea que me arrastra sin que pueda luchar.
— No empieces, Adrian.
— ¿Por qué no? Su voz es baja, peligrosa. ¿Porque tienes miedo?
Abro los ojos y lo fijo.
— No tengo miedo de nada.
Una sonrisa burlona roza sus labios.
— Miente otra vez, Sasha.
Él cruza la distancia entre nosotros en un abrir y cerrar de ojos. Su aliento roza mi piel. Debería retroceder, pero estoy paralizada. Atrapada entre el deseo y el pánico, entre lo que siento y lo que me niego a admitir.
Su mano se levanta lentamente. No me toca. Aún no.
Pero lo siento todo.
— Este vínculo… murmura, sus ojos brillando con un resplandor rojo. Es más fuerte que tú. Más fuerte que yo.
Apreto los dientes.
— Este vínculo es una prisión.
Adrian ya no sonríe. Su mirada se oscurece.
— Entonces, ¿por qué tu corazón late tan rápido?
Mi aliento se queda atrapado en mi garganta.
Él espera una respuesta que no puedo darle.
Porque tiene razón.
Porque mi corazón late en mi pecho como una advertencia, o tal vez una súplica.
Entonces, de repente, un ruido rasga el silencio.
Pasos.
Me doy la vuelta bruscamente. Adrian, sin embargo, no aparta la vista.
Enzo está allí, apoyado contra la pared.
Ha visto.
Lo ha visto todo.
— Lo siento por interrumpir su momento… Su tono es burlón, pero su mirada es más oscura de lo habitual. Pero tenemos un problema.
Frunzo el ceño.
— ¿Qué más?
Suspira y cruza los brazos.
— Dante. No se fue para dejarnos tranquilos.
Mi estómago se aprieta.
— ¿Qué quieres decir?
Enzo me observa un instante, luego suelta la bomba:
— Se fue a ver a tu padre.
—
Corremos a través de la noche.
Siento a Adrian justo detrás de mí, su aura ardiente, amenazante. Enzo corre a mi lado, más silencioso que nunca.
La rabia gira en mí, una tormenta incontrolable.
¿Por qué?
¿Por qué haría eso Dante?
Sabe lo peligroso que es mi padre. Sabe que este tipo de traición solo tiene un final: la sangre.
Y, sin embargo, lo hizo.
La casa familiar de los Morvan se alza ante nosotros, imponente, austera.
Adrian se detiene justo antes de las rejas.
— No puedo entrar sin invitación.
Me vuelvo hacia él, dándome cuenta de la evidencia.
— Yo me encargaré de esto.
Él me observa, y siento a través de nuestro vínculo su instinto de depredador en alerta.
— No asumas riesgos innecesarios.
Asiento, pero ambos sabemos que es una mentira.
Luego entro en el territorio de los Morvan.
—
La atmósfera es glacial.
Mi padre, sentado en su trono de cuero negro, me observa con una indiferencia fingida.
Dante está allí, de pie frente a él, con los brazos cruzados.
Ni siquiera me mira.
— Llegas muy pronto, hija mía. La voz de mi padre es arrastrada, casi divertida. ¿Será porque tienes algo que ocultar?
Lo ignoro y miro a Dante.
— ¿Qué has hecho?
Él no responde.
Mi padre se levanta lentamente.
— Simplemente me ha revelado una información crucial.
Trago con dificultad.
— ¿Cuál?
La sonrisa de mi padre se ensancha.
— Que mi propia hija ha sellado un pacto con un vampiro.
Silencio.
Luego una risa.
No la mía.
La de Dante.
Una risa amarga, cortante.
— ¿Pensabas que guardaría tu secreto? Finalmente me mira, y su mirada es un abismo de dolor y rabia. Después de todo lo que hemos vivido.
Mi corazón se aprieta.
— Dante…
— No. Sacude la cabeza. Eres tú quien me dio la espalda primero.
Apreto los puños.
— No entiendes.
— Entonces ilumíname, Sasha.
Él espera.
Mi padre también.
Pero no puedo.
Porque la verdad no es una excusa.
Y Dante no quiere explicaciones. Quiere una guerra.
— ¿Sabes lo que significa esto, Sasha? La voz de mi padre es baja, fría. Has traicionado nuestra especie.
Levanto la barbilla.
— Hice lo que debía hacer.
Se establece un silencio.
Luego mi padre se ríe suavemente.
— Muy bien.
Chasquea los dedos.
Dos hombres aparecen detrás de mí.
Ejecutores.
— Estás desterrada.
El suelo se desmorona bajo mis pies.
— ¿Qué?!
Él me mira, impasible.
— A partir de hoy, ya no eres una Morvan.
El shock me corta la respiración.
Desterrada.
No tengo man
SashaLa noche es fría. Cruel.Las palabras de mi padre resuenan en mi cabeza como una campana fúnebre.— Estás desterrada.Mis pasos crujen en el gravilla mientras me alejo del dominio Morvan, mi antigua casa. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, pero me niego a mirar atrás. Me niego a mostrarles la más mínima debilidad.Dante no se ha movido.Se ha quedado en esa habitación, a mi lado, para traicionarme.Mi propio amigo de la infancia.Aquel que creía dispuesto a morir por mí.Las tinieblas se extienden a mi alrededor mientras finalmente cruzo el límite del territorio. Mi aliento se corta un instante. Un dolor extraño me atraviesa el pecho.La ruptura del vínculo de manada.Caigo de rodillas, con la respiración entrecortada.Es una sensación que solo conocen los desterrados. La impresión de ser arrancada de algo vital, un vacío que se profundiza en el alma.Una mano se posa sobre mi hombro.Levanto la vista.Adrian.Sus ojos brillantes sondean los míos. Lo ha visto todo. Lo ha oí
SashaLos días pasan como una densa neblina.Adrian no me ha dejado desde mi caída. Me impone su presencia, me observa, me envuelve en una sombra que no logro disipar. Estoy bajo su protección ahora, pero no es una libertad. Es una jaula de oro, una cadena invisible.Lo observo de reojo mientras habla con Enzo, al otro lado de la habitación. Su rostro es impasible, pero conozco lo suficiente a los depredadores para ver la tensión subyacente.Me está vigilando.Todo el tiempo.Y lo peor de todo…Ya me posee, incluso sin haberme tocado.Aprieto los dientes. No soy un peón. No soy una esclava.— ¿Vas a seguir mirándome así por mucho tiempo? Su voz me saca de mis pensamientos.Sostengo su mirada.— Solo estaba pensando en cómo te voy a matar en tu sueño.Enzo estalla en risas, pero Adrian no sonríe. Se limita a acercarse lentamente, hasta que el aire entre nosotros se vuelve ardiente.— Lo intentarías. Fallarías.Un escalofrío recorre mi cuerpo. Porque sus palabras son verdaderas.Pero lo
Sasha— Sasha, aún no te das cuenta, pero esto no es una prisión. Es un refugio. Si Adrian te ha tomado bajo su protección, no es solo por capricho.— ¿Y qué es, entonces? Escupo, furiosa.— Él tiene miedo por ti.Parpadeo, sorprendida.¿Adrian, tener miedo?La idea es absurda. Este hombre respira dominio absoluto. Nunca tiembla, nunca flaquea.— ¿Y por qué tendría miedo?— Porque sabe lo que los tuyos planean hacer contigo.Un escalofrío recorre mi piel.— ¿Qué quieres decir?Enzo suspira, cruzando los brazos.— Eres la última descendiente directa de la línea Morvan. Tu lugar debía ser sellado por un matrimonio estratégico, pero siempre te has negado. Ahora que estás aquí... tendrán que elegir: recuperarte a la fuerza o eliminarte.Las palabras golpean fuerte. Demasiado fuerte.Siempre supe que mi clan funcionaba por alianzas, por estrategias. Pero de ahí a intercambiarme como un objeto de trueque...Mi garganta se cierra.— No harían eso.— ¿Estás segura?El silencio me responde en
DanteEstá muy cerca. El aire parece vibrar a nuestro alrededor, como cargado de una tensión eléctrica.— ¿Por qué? pregunto, con la voz más débil de lo que hubiera querido.Un silencio se extiende entre nosotros. Luego, Adrian levanta una mano y acaricia mi mejilla con la punta de los dedos.— Porque eres mía.Su aliento caliente acaricia mi piel, y me estremezco a pesar de mí misma.— No soy de nadie.Sonríe, una sonrisa lenta y peligrosa.— Dices eso… pero tu corazón late demasiado rápido.Lo empujo, más para protegerme de mí misma que de él.— Eres patético si crees que voy a caer bajo tu encanto de vampiro.Adrian no retrocede. Sigue mirándome, y hay en su mirada algo más profundo que un simple deseo de posesión.— No es mi encanto lo que te asusta, Sasha. Eres tú misma.No soporto su clarividencia.Entonces, hago lo que mejor sé hacer: huyo.El aire de la noche me quema los pulmones mientras acelero por la sinuosa carretera que lleva a la mansión de los vampiros.Cada segundo cu
AdriánLo veo, ese lobo arrogante, ese hombre que aún cree que puede reclamarla.No entiende.Sasha ya no es suya.Es mía.Ella lo sabe.Aunque todavía lucha, aunque intenta escapar.Me planto frente a Dante, impasible, pero por dentro, un fuego helado me consume.Este hombre ha tenido lo que yo quiero. Él la ha tenido.Y eso, no puedo tolerarlo.— Sasha, ven aquí.Mi voz resuena en el aire nocturno.Ella duda. Veo su confusión, su tironeo entre nosotros.Dante posa una mano en su brazo, un gesto posesivo, instintivo.No pienso.En un latido del corazón, estoy sobre él.Nuestros cuerpos chocan con violencia, y rodamos por el suelo. Dante es rápido, entrenado, pero yo soy más fuerte. Nuestros golpes caen en la oscuridad, cada uno buscando tomar ventaja.Logra golpearme en la cara, y el sabor metálico de la sangre inunda mi boca.Sonrío.Porque ahora, puedo soltarme.Mis colmillos se alargan, mis músculos se tensan, y en un movimiento fulgurante, lo empujo contra la piedra, mi mano apre
AdriánSu mirada desciende sobre mi mano apoyada en ella, y siento su rabia visceral, esa necesidad de verme desaparecer.Debería encontrarlo insignificante. Este lobo no representa nada para mí. Pero… hay algo en su mirada. Algo que me molesta.Un apego que no puedo ignorar.Sasha da un paso atrás, liberando el espacio entre nosotros. Su mirada oscila de uno a otro, su corazón latiendo tan fuerte que puedo contar cada pulsación.— Suficiente.Una sola palabra, pronunciada con una autoridad nueva.Dante y yo nos congelamos.Ella nos observa, los labios apretados, como si estuviera luchando contra sus propios demonios.— ¿Qué creen? ¿Que pelear una y otra vez cambiará algo?Ella sacude la cabeza, la mirada oscurecida.— Quieren poseerme, los dos, pero no soy un trofeo. Soy una loba. Elijo a dónde voy y con quién.Debería estar molesto por su tono cortante, pero, por el contrario, una ola de deseo me abruma. Esa fuerza, ese orgullo salvaje… me vuelve loco.Dante, en cambio, parece golpe
SashaEl olor a sangre aún flota en el aire mientras avanzamos con cautela por el bosque. El silencio es opresivo, cada susurro de hoja parece anunciar un ataque inminente.Dante camina a mi lado, tenso, listo para saltar ante la menor amenaza. Adrian sigue de cerca, su mirada escrutando la oscuridad con una precisión casi sobrenatural. Entre ellos, siento una tensión eléctrica, una mezcla de animosidad y desconfianza que amenaza con estallar en cualquier momento.— Deberíamos separarnos, murmura Dante, con los ojos fijos al frente.— Sería un error, replica Adrian. Si estamos divididos, seremos presas fáciles.Dante gruñe, pero no responde. Sabe que Adrian tiene razón, aunque se niega a admitirlo.Seguimos avanzando, hasta que un olor extraño me hace detenerme en seco. Un olor metálico, empapante...Sangre.Extiendo la mano para detener a Dante, luego a Adrian.— Hay algo adelante, susurro.Dante asiente y se agacha ligeramente, listo para atacar. Adrian, en cambio, permanece erguido
SashaUn silencio helado cae sobre el claro.Dante suelta un gruñido amenazante, su cuerpo temblando bajo la rabia contenida.Adrian, por su parte, no dice nada, pero su aura se vuelve más opresiva, más afilada.Isaak se regocija en el caos que acaba de sembrar.— Explícate, suelto, mi voz más fría que un viento invernal.Se acerca lentamente, cruzando la distancia entre nosotros hasta detenerse a unos centímetros.— Es simple, susurra. Vienes conmigo, y spare el resto de tu manada. Rechaza... y esta noche será la primera de una matanza.Deja que sus palabras floten, luego añade, con un tono burlón:— Te gusta estar en el centro de atención, ¿verdad?Inspiro profundamente, intentando mantener la calma.Él me está poniendo a prueba. Quiere ver hasta dónde estoy dispuesta a llegar.Dante avanza un paso.— Puedes irte al infierno, Isaak.Isaak ni siquiera lo mira. Está concentrado en mí, como si mi respuesta fuera lo único que importara.Adrian finalmente se mueve, avanzando con un paso