Marcus Brooke se despertó en silencio. No del tipo cómodo. Del tipo equivocado. Del que presionaba los tímpanos y hacía que la respiración se sintiera demasiado fuerte.
No sabía dónde estaba.
Paredes blancas. Techo blanco. La luz del sol se filtraba a través de las persianas en líneas nítidas. La cama bajo él era blanda. Demasiado blanda. No recordaba la última vez que había dormido sobre algo blando.
Si es que recordaba algo. Le dolía la cabeza. Un latido sordo que se cernía sobre sus ojos. Se incorporó lentamente. La habitación dio una vuelta. Se aquietó.
Había una mujer dormida en la silla junto a la ventana. Uniforme blanco. Enfermera, tal vez. No había estado allí cuando se durmió. ¿O sí? No lo recordaba.
No recordaba nada.
Marcus balanceó las piernas por el borde de la cama. Su cuerpo se sentía extraño. Pesado. Como si perteneciera a otra persona. Sus pies tocaron el suelo frío. Se puso de pie.
La enfermera no se movió.
Caminó hacia la puerta. Lento. Silencioso. Giró el pomo.
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