Se dispuso a cargar el vídeo, algo le decía que las cosas no andaban bien. Sintió un malestar en el estómago, pero iba conduciendo y no podía poner en peligro la vida de sus hijos en ese momento.
Respiró profundo, tratando de calmarse, y dirigió la vista a la vía. A los pocos minutos, llegaron a casa. Los niños llevaban una sonrisa en sus labios, (así como cuando sientes que tienes un héroe y nada te puede ocurrir). Así se sentían los pequeños italianos.
—Papi, —llamó la atención Fernanda mientras entraban a la casa y le entregaba los niños a su nana.
—Dime mi tesoro —Demetrio acarició su mejilla con ternura.
—Dijiste que íbamos a un parque, ¿cuándo nos llevarás?—preguntó con los ojos achinados.
Demetrio sentía que esa niña en el futuro le haría pagar todas sus hazañas.
—¿Por qué mejor no vamos de vacaciones unos días a París? —preguntó su padre emocionado.
—¡Sí! Y nos llevamos a mami —dijo Andrea emocionada.
Demetrio miró al niño con tristeza. No sabía qué decirle a su petición.
—Deb