Cosas de Fernando

Andrea:

Ver a once mujeres en la sala de estar de la clínica, fue lo más extraño que pasó en los siguientes días, había rubias, morenas, pelirrojas y pelinegras, excepto castañas. Todas parecían modelos de revistas, con rostros diferentes, pero sin duda muy hermosas. Pero eso no fue todo, la cuestión era que mi madre estaba que le daba un infarto cuando le preguntó a una de ellas qué hacían ahí, y la chica respondió:

«Queremos saber cómo está nuestro amo»

El rostro de Eva fue una gracia gigante, por lo menos para mí, que ya sabía a lo que se dedicaba mi hermano, pero sin duda para mi madre fue una gran sorpresa.

—Creo que tuviste suerte de que mamá se enterará contigo de esta manera, porque del resto querido hermano, usted hubiera pasado a la otra vida de a de veras —dije acomodando sus almohadas.

Fernando me mira en medio de una mueca y luego sube la mano para sacarme el dedo. Yo sonreí en su dirección.

Pues si, mi hermano se salvó de esa bala, los doctores dijeron que había perdido
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