Capítulo 31: Cólera.

Emiliano observó su computador abierto. Un nuevo correo había entrado.

Era de parte de Massiel.

Sus ojos se atestaron de luz, pudo respirar con más tranquilidad; un peso fue retirado de sus hombros.

Profundamente entusiasmado, empezó a leer aquel correo.

La sonrisa del hombre fue decayendo a medida que leía. De pronto, él se transformó en escombros.

«Pensé que eras distinto, ahora veo que eres distinto, eres peor».

La angustia fue arropando el corazón de Emiliano a medida que leía aquel mensaje.

—¡No, Massiel! ¡¿De qué hablas?!

«Emiliano Johnson, has desaparecido de mi vida para siempre desde este preciso instante; eres nadie, eres nada».

Él se quebró. Como un plato de cristal arrojado de un precipicio, él se quebró.

Las lágrimas se transformaron en una segunda piel. Una mezcla de cólera e impotencia le obstruyó la respiración. Ni siquiera sabía qué estaba ocurriendo, ni siquiera comprendía como en un parpadeo se había convertido en nada para Massiel. Estaba al tanto de que no tenía a
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