Capítulo 32: Suspiros rotos.
Un fuerte golpe colisionó contra el rostro de Timothy, tan fuerte que su nariz casi fue quebrada.

Un bramido se escapó al unísono.

Emiliano golpeó de nuevo al hombre, empleando todo su vigor. El cólera le desfiguró el rostro. Timothy había hecho todo aquello a propósito. La había expuesto como a un objeto, con el único propósito de desatar furia e impotencia en él. Los ojos del Johnson se atiborraron de fuego: lo había conseguido. En él había despertado una vigorosa furia que le llevaba a embestir su rostro sin alguna clemencia. Elevó una vez más su puño, prestándole una importancia nula a la sangre esparcida en sus manos. Jamás en su vida había experimentado una furia que se le pareciera.

Timothy pateó a Emiliano en el estómago, arrancándole la respiración por momentos, pero aquello no fue suficiente para mermar los golpes del colérico hombre.

—¡Eres un maldito enfermo! —chilló la gruesa y desenfrenada voz de Emiliano—. ¡Maldito asqueroso! ¡Acabaré contigo!

—¡Puedes golpearme tod
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