Rebecca Clifford pasó años de su vida creyendo en un cuento de hadas que nunca existió. En plena treintena, se encuentra en paro y, para colmo, descubre que su marido, además de ponerle un par de cuernos, se ha aprovechado de ella para llevar a cabo una estafa y ha acabado consiguiendo la custodia de Tom. Sin salida, Becca envía desesperadamente currículums con la esperanza de encontrar un trabajo que le permita obtener la custodia de su hijo. En esta carrera contrarreloj y contra los tribunales, Becca acaba involucrándose en una problemática relación entre dos hermanos. En medio de tanto caos y secretos, surge una hermosa amistad y comienza a florecer un nuevo amor prohibido.
Leer más[ Este libro es una serie de relatos, no es una sola historia]
⚠️Incesto⚠️
Cuando tenías 6 años siempre solías llegar de cole y platicarme todo lo que te sucedía en el transcurso del día, era, más que una costumbre, un hábito que habíamos adoptado desde que empezaste a estudiar; en aquel entonces ibas en primero de primaria, con la inocencia intacta y la mente llena de curiosidad.
- ¿Alek? - escuché tu dulce voz llamarme cuando yo estaba haciendo mi tarea, pero desde entonces para mí nada era más importante que escucharte
- ¿Qué pasa?
- Hoy una niña en el colegio me dijo algo muy extraño - te sentaste en mi regazo y me hiciste rodearte la cintura con el brazo
- ¿Qué te dijo, Gibrán?
- Me dijo que le gusto mucho, ¿Qué significa eso?
- Quiere decir que le pareces muy guapo, que eres lindo para ella. ¿Qué le dijiste ?
- Me fui corriendo y le aventé mi lonch
Eras un peque tierno e inocente, pensé que no habías entendido el sentido de mis palabras, porque después de quedaste pensando moviendo tus pies que no tocaban el piso
- ¿Alek?
- ¿Mmm?
- ¿Es malo que me guste alguien?
- No, no es malo, es algo normal en las niñas y los niños
Además de ser tu hermano me tocaba hacer el rol de papá y mamá y explicarte cosas como esa, pues mamá trabajaba todo el día hasta bien noche y papá... Solo era papá
- Alek - me llamabas por mi nombre cada que te dirigías a mí
- ¿Mmm?
- Tu me gustas
- ¿Cómo?
- Tu me pareces guapo y lindo - te abrazaste a mí cuello y me diste un beso en la mejilla cargado de ternura y cariño - me gustas Alek
Con nueve años ni yo mismo tenía idea de lo que eso significa ahora que lo pienso, y es que a esa edad uno no discierne entre lo bueno y lo malo, así que te abrace y dejé que me llenaras de besos la mejilla como era tu costumbre cuando te ponías meloso. No te dije nada y en ese momento no comprendí el mensaje que venía en tus palabras inocentes que más tarde cobrarían sentido.
Te vi crecer con el paso de los años, tu cuerpo delicado y tú rostro bonito, siempre tan tierno en todos los sentidos, me gustaba cuidarte y mimarte de hermano a hermano, y a ti te gustaba que lo hiciese, por qué siempre que jugaba contigo, o te ayudaba en la tarea, o simplemente pasábamos tiempo juntos, tu manera de agradecerme era llenándome de abrazos y besos, me hacías sentir feliz, me provocabas una sensación llenadora en el pecho, y eso me gustaba.
- Alek... Alek - viniste a mi cama llamándome entre susurros a la mitad de la noche - Alek despierta por favor
- ¿Gibrán? ¿Qué pasa? ¿Que haces despierto a la... - el despertador marcaba la 1:11 de la madrugada- a la 1 de la mañana?
- Tuve un mal sueño - tu voz cortada de niño mimado hablo en susurros aún - y tengo miedo y hace mucho frío, además hay unos sonidos fuera de la ventana
Encendí la lámpara del buró, tu, con 14 años, vestías tu pijama amarillo, yo con 17 ya dormía solo en ropa interior. Abrí las sábanas y me recorrí en la cama que era pequeña, te hice espacio y quitándote tus pantuflas te metiste y acurrucaste a mí lado, te cubrí y apague la luz, después, te pegaste a mi pecho desnudo y sentí tus piernas entrelazarse con las mías. Estabas frío.
Aquella noche no dijimos nada más, yo cerré los ojos tratando de dormir pero el frío de tus pies me había desperezado, tú en cambio no tardaste mucho en cerrar tus ojitos color almendra y relajar tu respiración, sintiendo yo tu aliento en mi pecho, en mi cuello, en mi hombro, en mi piel.
Ese fue el comienzo de muchas noches de dormir juntos, al principio ponías cualquier excusa para venir a mi habitación, que el frío, la lluvia, que no querías dormir solo, después se hizo una costumbre y yo solía esperarte en mi cama hasta que te acurrucaras conmigo.
Una de esas noches pensé que no era apropiado dormir desnudo junto a mi hermano y me puse una playera y un short antes de que tú llegaras, y a la media noche en medio de la oscuridad, cuando te metiste a mi cama y palpaste mi cuerpo para abrazarte a mi, te quejaste con un sonido gutural
- ¿Qué es esto, Alek? - dijiste tirando de mi playera con brusquedad
- Es un pijama, pensé que sería más cómodo para ti y...
- Quítatelo - tu voz era demandante, segura y decidida, estabas molesto.
- ¿ Por qué? Tu duermes en pijama, yo también debo hacerlo
Te revolviste en la cama, tus piernas y tus manos se movían en medio de la ausencia de luz, creí aue estabas haciendo alguna clase de berrinche, pero entonces tomaste mi mano y la guiaste de tu pecho hasta tu abdomen.
Estabas desnudo.
- Bien, ahora que estoy en ropa interior tu también debes estarlo, para que estemos parejos.
Quise imitarte en hacer lo mismo dentro de la cama, pero mi cuerpo no era finito como el tuyo y mis movimientos torpes no ayudaban en nada. Bufé frustrado y tú te estiraste a encender la lámpara.
Nos quite las cobijas a ambos y salí de la cama, me quite la playera y te mire a ti mirarme desde la cama, tus ojos, aquellos ojos almendra que solían mirarme fraternalmente, habían perdido toda la inocencia, ahora tu mirada descarada me recorría el torso desnudo, y como el sinvergüenza que soy, yo hice lo mismo pasando la vista por tu pecho, por tus pezones, por tu cintura, tus piernas finas... eras todo un angel, Gibrán.
Las siguientes noches llegabas vestido a mi habitación y te desnudabas antes de acostarte, casi siempre llegabas frío pero poco tardabas en robarme el calor a mí, que te abrazaba por la cintura de espaldas, ocasionalmente te restregabas contra mi.
Y así paso un año, hasta que tuviste 15 y yo 18, un año durmiendo de la misma forma sin que nadie se enterase, porque ahora ambos teníamos conciencia de que estaba mal, y que éramos hermanos.
Ese mismo año caíste enfermo de gripa, dejaste de ir al cole casi dos semanas enteras, y yo también, pues yo era quien tenía y debía cuidarte.
- Me voy a morir
- No te vas a morir Gibrán
- Tengo... Mucho frío - estabas desnudo en mi cama con toallas empapadas en la frente y una única sábana cubriendo.
- Tienes 38°C de temperatura, no te puedo tapar
- Acuéstate conmigo
- Gibrán...
- Quiero acostarme contigo - probablemente lo decías porque querías que me metiera a la cama contigo, probablemente realmente querías acostarte conmigo, eso es algo que no sabía en ese momento.
Viendo tu estado no pude negarme, y me metí contigo a la sábana. No hablaste hasta casi una hora después.
- Alek
- ¿Mmm?
- Tu me gustas...
- ¿Cómo?
- Tu me pareces guapo y lindo - Hablabas con los ojos cerrados, luego hiciste una pausa - Me gustas Alek
Un flashback vino a mi mente, aquellas palabras, aquellas mismas palabras que me dijiste cuando tenías 6 las repetías ahora, casi 10 años más tarde.
- Debes estar delirando por la fiebre - me excusé como respuesta, no podía decirte que tú también me gustabas, eres mi hermano, simplemente no podía.
Giraste sobre tu costado, tu rostro frente al mío a escasos centímetros, tus ojos cerrados, tu respiración lenta, parecías dormido, pensé que deberías estar cansado.
Te acaricié la mejilla suavecito para no despertarte, mire tu carita, Dios, eras tan precioso, tan hermoso, tan guapo, no pude contenerme más y confiado de que dormías, te besé.
Te besé y ese fue solo el primer beso de muchos, porque cada que podías venías a mí y de puntitas me besabas. Me besabas y me mordías los labios, me abrazabas y te frotabas contra mi. Lo hacías al despertar, lo hacías antes de irte al colegio, lo hacías cuando nadie miraba en la calle, y me gustaba que lo hicieses, sin embargo, tú eras siempre el de la iniciativa porque yo no tenía el valor, por que no podía dejar de sentirme placenteramente mal.
Hubo noches en las que en vez de dormir lo único que hacías era besarme y frotarte contra mi, y yo complacido,me dejaba. Despertabas con los labios inflamados y pidiéndome más.
Una de las últimas noches mientras te besaba la boca, tomaste mi mano y me hiciste llevarla a tu pecho, la pusiste al inicio de tus clavículas y la deslizaste con lentitud tortuosa sobre tu piel, roce tu pecho, tu vientre, la curva de tu cintura, sentí el resorte de tu ropa interior en el borde de tus caderas y al mismo tiempo un escalofrío en mi columna cuando te escuché hablar
- Alek, tócame
Estabas de espaldas a mi y moviste tu cuerpo enfrente y atrás rozándome partes sensibles, tu trasero con un compás lento contra mi pelvis.
- Gibrán... No... - mi mente y mi cuerpo se separaron entonces como nunca creí que fuera posible, la primera me decía que parase, y me recordaba que eras mi hermano y que aquello estaba mal, pero mi cuerpo iba en contra y se negaba a dejar ese culposo placer.
Aquella noche conocí en ti partes que probablemente solo tú mismo conocías.
La mañana siguiente no deje de traer a mi memoria los recuerdos de la noche anterior, imágenes que nunca he podido ni podré borrar de mi mente, sonidos que me hicieron experimentar el más puro éxtasis de placer: tus suaves gemidos al masturbarte, tus manos clavándose en mi brazo por el placer, apreté mis manos que extrañaban la textura de tu piel, mire al cielo preguntando porque diablos tuviste que ser mi hermano.
Pero no hubo respuesta.
A partir de entonces me negué a seguir con ese juego, ponía excusas cada noche para no meterme a la cama contigo, a veces me quedaba dormido en el sillón, a veces salía con mis amigos para llegar tarde, detuve los besos en los labios con mordidas y todo, comencé a alejarme de ti porque me sentía un asqueroso abusador que se aprovechaba de su hermano menor.
- Gibrán, esta noche tendremos una cena importante los 4, quiero que lo sepas para que no haya problemas de que no quieres cenar - espeto mi madre la tarde final. Tu la ignoraste y en cambio me hablaste a mi.
- Alek
- ¿Mmm?
- ¿Te he dejado de gustar? - trague saliva por lo directo de tu pregunta, evidentemente nervioso
- ¿Qué dices?
- Quiero que vuelvas a tocarme - te acercaste a mi y te pusiste de puntitas,me robaste un beso sin que yo alcanzara a reaccionar. Te aparte con delicadeza.
- Me iré - fue lo único que alcance a decir
- ¿Qué?
- Me iré, Gibrán
- ¿Cómo que te irás?
- Me iré de la ciudad,es por eso que mamá quiere que cenemos todos juntos hoy, porque mañana parto
- ¿Qué? ¿De qué demonios hablas? ¿ Por qué nadie más había dicho nada?
- ¿De verdad? - Esbozó una pequeña sonrisa de abatimiento. - De verdad pensaba que podría salir a cenar. - Mira, no quiero ser entrometida, pero lo soy. - Arthur se puso en marcha y reflexionó sobre si debía continuar. - Becca está embarazada. Olivia se atragantó con su tarta y se quedó mirando sorprendida. Arthur se rio de ella, sacudió la cabeza y le tendió una servilleta. - No te asustes, ella te lo dirá, se enteró ayer, estaba desesperada pensando que Edward no lo aceptaría, de hecho, tengo mucha curiosidad por saber qué está pasando allí ahora mismo. - Suspiró triste por no ser tan mosquita muerta como para ir allí sin que nadie se diera cuenta y averiguar qué estaba pasando. Mientras Arthur y Olivia charlaban en la cafetería, la casa de Rebeca y Edward estaba llena de emociones y expectativas. Tras la revelación de su embarazo y compromiso, el ambiente era de pura felicidad y amor. Rebecca se emocionó al ver la reacción positiva de Edward y al aceptar su propuesta de matr
- ¡SORPRESA! - gritaron Edward y Tom en cuanta Rebeca abrió la puerta, sobresaltándola. Rebecca se llevó una de las manos al pecho para calmarse del susto y luego miró a los chicos con más atención, sus ojos fueron directos a Edward arrodillado con una cajita en la mano. - ¿Qué? - Los ojos de la rubia se llenaron de lágrimas antes incluso de que Edward hubiera dicho nada. - ¿Quieres casarte conmigo? - Dijo, ronco de nerviosismo, y Tom estaba a su lado, saltando de alegría. - Yo...- Rebecca se agachó y aferró la caja entre sus brazos mientras lloraba, ya estaba emocionada y con el recuerdo de su embarazo un miedo volvió a invadir su mente. - ¿Amor? ¿Qué es lo que pasa? - Edward se levantó rápidamente e intentó levantar a Rebeca, pero ella movió la cabeza negativamente y Edward temió que no supiera negarse a su petición. - ¿Mamá? ¿Qué te ocurre? ¿Te encuentras bien? - Tom se acercó preocupado y contempló la escena confundido. Pensó que su madre lloraría de felicidad, pero no creyó
Después de la cita, Rebeca volvió a la empresa con el corazón apretado, eran cerca de las tres de la tarde y todavía no había comido, por suerte estaba la cafetería Arthur justo abajo para poder comer. - ¡Cuñada! - Arthur sonrió y se acercó a la rubia y la acompañó a una mesa. - ¿Qué tal estás? ¿Has ido al médico? - Sí. - Estaba feliz de estar embarazada, pero le asustaba la anemia y la reacción de Edward, por mucho que pensara que actuaría con normalidad, aún no estaba segura. - Por el tono de su voz y su cara, las noticias no eran buenas. - Arthur se sentó frente a ella y se cruzó de brazos, mirándola con preocupación. - ¿Cuáles fueron los resultados de las pruebas? - No sé si son buenos o malos. - Ella se llevó las manos a la cara y respiró hondo. - Estoy embarazada, Arthur. Arthur se atragantó con su propia saliva, mirando fijamente a Rebeca, que ocultaba el rostro. Le había cogido por sorpresa, esperaba que estuviera enferma o que simplemente tuviera la tensión baja, no se
Fuera de la cafetería, Tom y Edward estaban mirando algunas tiendas online para elegir su anillo de compromiso. El chico estaba encantado con la variedad de opciones, todas brillantes y deslumbrantes. Con la ayuda de Tom, Edward eligió un anillo de diamantes que brillaba como las estrellas de la noche. De vuelta en el café, Arthur insistió en que Rebeca debía ir al médico a la mañana siguiente, y ella prometió hacerlo. Edward y Tom volvieron pronto con todo el pedido planeado; solo esperarían una oportunidad a solas para prepararlo todo. Al ver la expresión preocupada de Rebeca, se dieron cuenta de que algo iba mal. - ¿Qué ocurre? - preguntó Edward, acercándose a Rebeca y cogiéndole la mano. Rebecca le explicó lo que había sentido, pero trató de minimizar el problema, para ella solo era una cuestión de presión, nada más, no debían preocuparse tanto, estaba sana y comía bien, al menos según su opinión, solo que ese día no había podido comer muy bien debido al trabajo. - Seguramente
Por fin llegó el día de la inauguración. La cafetería estaba impecable, con las máquinas de café expreso listas para funcionar, las estanterías de la biblioteca repletas de libros ordenados alfabéticamente y por géneros, y el mobiliario cuidadosamente colocado. Arthur, Edward y Rebecca estaban nerviosos, pero llenos de expectativas. Los tres cortan juntos la cinta ceremonial y el café abre sus puertas al público. El aroma a café recién hecho llenaba el ambiente y los primeros clientes entraban con sonrisas de entusiasmo. El café estaba lleno de vida, con gente charlando, estudiando, leyendo y disfrutando de bebidas y aperitivos. - Me enteré de que Arthur GreenWood había dejado su negocio a su madre y había decidido abrir una cafetería en las plantas vacías de la empresa de su hermano. - comenta distraídamente una joven mientras espera en la cola. - He oído que la señora GreenWood es una mujer muy difícil de tratar. - replicó otra joven. - ¿Será que Arthur ha cortado lazos con ella
- ¿Y qué estilo elegirás? Coworking es un poco exagerado, ya que tendremos la biblioteca. - Rebeca divagó un poco y Arthur se la quedó mirando. - No me digas que es una cafetería de fotos bonitas para atraer al público. - Madre mía. ¡Jamás! - Los ojos de Arthur se abrieron de par en par y se amarró al asiento trasero. - Son muy bonitas, pero valoran más la belleza que el sabor, nunca lo permitiría. - Una cafetería rústica, ¿no? - preguntó Edward, arrancando el coche. - ¿Cómo lo has adivinado? - Arthur miró a su hermano a través del pequeño retrovisor del coche y Edward se echó a reír. - Ni siquiera podía mantener el suspense. - Yo era un crío, pero recuerdo que formabas parte de los exploradores del barrio y siempre te entusiasmaba ir de acampada. - dijo Edward sin apartar la atención de la carretera-. - Supuse que te gustaría hacer algo de ese nivel. - Pues tienes razón. - Dijo Arthur riendo. - Pero no tengo ni idea de cómo empezar. - Tu mostrador tiene que ser moderno, no tie
Último capítulo