Nikolay sacudió las manos mojadas de coñac como si se estuviera limpiando de algo sucio.
—¿Ya tuviste suficiente, Nadia? —expresó con molestia poco disimulada a su secretaria.
Nadia, la secretaria personal del Fiscal y la misma mujer que en realidad estuvo en la habitación el mismo tiempo que los demás, pero nadie notó. Es una chica tan pequeña como una ardilla, con gafas y un cabello fuertemente recogido. No solo no es atractiva, sino que se escondía en ropas que le quedaban grandes, haciéndola ver invisible.
"Una mujer competente", pensó Nikolay. En realidad, su nivel de vida no podría mantenerse sin ella.
—Señor, admiro su control. —Su tono sarcástico sonó recto y correcto, casi como si no lo estuviera insultando.
Silbido burlón. —Ay, pensé que me gritarías.
Nadia ni siquiera puso los ojos en blanco, demasiado acostumbrada a los juegos de niño pequeño de Nikolay. No importa si la mitad del tiempo ella quisiera poner una cuerda en ese feo cuello y terminar con su vida. Tristemente,