—Tienes suerte de que la enfermería no tenga cámaras —la voz de un hombre se desliza por el cuello de Tamara como una serpiente—. O podríamos atrapar a ratones curiosos, ¿no lo crees? Tamara se da la vuelta y, para su sorpresa, la viva imagen de su superior está a tan solo unos pasos de distancia; cómo llega tan cerca sin que lo note que la deja paralizada. Su corazon empieza a latir mas rapido por segundo, y en ese punto puede escucharlo en los oidos como un tambor. No le soprenderia que pudiera escucharlo. Pero mas inquietante, es como sus manos comienzan a temblar. Como voces susurrantes gritando en su oido, todas intangibles pero oscuras, y suenan ¿Racionales?, es como si hacerlo fuera natural. Él, sin decir palabra, le arrebata los documentos médicos de las frías manos, sin siquiera preguntar, y les echa un vistazo delante de ella. En los labios del hombre se dibuja un indicio de sonrisa. Alto y elegante, con una forma de hablar pausada y sin emociones. Sus ojos son tan profund
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