En un bar en el centro de la oscilante Moscú se encontraban reunidos una serie de hombres con traje, todos recostados en un sofá de cuero; cada uno con un whisky en la mano. Las risas y la perversión parecían ser un pecado llamativo para los políticos rusos. Esas sucias bocas, llenas de deseos insatisfechos, que aun con todo el poder del mundo no serían suficientemente satisfechas.
Irónicamente, en medio de las tensiones que crecían a pasos peligrosos entre la opinión pública, el gobierno y el bajo mundo y sí, la mafia. Pero para esos viejos que han vivido en medio de la política mientras amasaban dinero y un imperio de naipes, no importa, porque al final esconden la cabeza cuando el siguiente jefe toma el control, y con unas sonrisas falsas de lealtad lo siguen de forma aparente. Todo mientras puedan mantener su poder y su justa retribución.
Eso no quiere decir que en medio del caos, no promuevan a su mejor candidato al poder.
Es valiente en opinión de Nikolay... o muy estúpido. Pu