Las primeras horas del día comenzaban a despuntar mientras Isabela recorría el pasillo de su oficina, el rostro serio y la mente en ebullición. Las noticias sobre la huida de Roberto todavía la sorprendían. Durante años, él había sido su aliado más confiable. Su ausencia era un golpe directo a su confianza y un recordatorio doloroso de que en este mundo, nadie estaba realmente a salvo de la traición.
Pero no podía permitirse quedarse en el pasado. La batalla por el dominio en la ciudad había llegado a un punto crítico, y cada paso en falso podría significar el final. En su escritorio, los documentos seguían allí, esperando su atención. No podía hacer nada más que enfrentarlos con determinación.
En un rincón de la oficina, su teléfono móvil vibró, interrumpiendo sus pensamientos. Al ver el nombre en la pantalla, un leve suspiro escapó de sus labios. Era Clara, su mano derecha. Su relación con ella siempre había sido sólida, una alianza que había soportado pruebas de fuego, pero ahora,