La noche se cernía sobre la ciudad, pero Isabela no tenía intenciones de descansar. Había llegado a un punto crítico en su guerra contra Clara, y cada movimiento debía ser calculado con precisión. La sensación de tensión era palpable, y sabía que el siguiente paso sería el decisivo.
Clara había intentado defenderse en la oficina de Isabela, pero sus palabras vacías no lograron convencerla. Isabela había sacado las pruebas, la evidencia de las transacciones irregulares, de las inversiones sospechosas que Clara había facilitado sin el conocimiento de la empresa. Había algo más que ella no quería decir, algo que quedaba entre líneas, algo personal. Pero eso ya no importaba. Clara había cruzado la línea.
Ahora, Isabela debía tomar el control completo de la situación. No podía permitir que Clara quedara impune. El poder de la empresa, su propio imperio, estaba en juego. Si Clara continuaba con su juego, podría destruirlo todo.
Isabela estaba decidida a no dejar que eso ocurriera. Ya había