– ¿Qué haces aquí?
– Solo vine de vacaciones – Elena mezcló la bebida que sostenía en las manos para después darle un gran sorbo.– ¿¡Quién te dejó entrar!? – gritó Reina, se sentía ofendida, se jactaba de que la seguridad de su casa, de su personal, de todos en los hombres que ella creía le eran fieles y ahora encontraba a Elena recostada en uno de sus sillones con una bebida en las manos y descansando como si fuese la dueña de casa.– No hagas un berrinche, Reina. Tú sabes muy bien que fueron tus mismos hombres quienes me dejaron entrar.– ¿Qué demonios haces aquí?– Solo vine a visitarlos.Reina frunce el ceño, desconcertada preocupada, con el corazón latiendo a mil por hora, algo presiente que sucederá, algo no muy buen