Alaric
Esto no podía estar sucediendo. Sentía cómo mi poder era drenado y fluía hacia la piedra verde en mi cuello. Era más fuerte de lo que jamás había sentido. Ahora entendía que así era como se energizaba la daga: tomaba un poco de nosotros, pero esta vez me iba a dejar seco. Cuando mi mate se puso frente a mí para defenderme, las lágrimas se me escaparon. Yo podía dejar de existir, pero ella no. No era justo.
—¡Celeste! —grité, y verla desafiando a nuestro enemigo me dio más vida que mil lobos. Sentía a Roy aullar y todo sucedió tan rápido, cuando mi madre tomó la mano de Celeste, el poder alrededor se alteró.
—¡No, Celeste! —grité angustiado, y en ese instante alcancé a mi madre… y sentí como si fuera expulsado al otro lado del universo. La expansión fue tan grande que me perdí. Me sentía cansado, agobiado. Y cuando desperté, no sabía dónde estaba ni siquiera quién era. Mis ojos estaban tan impactados por la luz que me costó tiempo acostumbrarme a tanta luminosidad.
—Estamos en e