A los pocos minutos de que se marchara la patrulla de las fuerzas de seguridad apareció la madre de los gemelos.
– Cariño, ¿qué buscaba ese coche que acaba de salir de nuestra puerta?
– ¡Son tus hijas!
- Dios mío ! ¿Qué hicieron?
"Acaban de ser esposados por la policía", respondió el padre.
– Por favor, deja de bromear y dime ¿dónde están?
-¿Por qué no me crees? ¡Pero lo digo en serio!
- Dios mío ! gritó la madre, con las manos en la cabeza. ¿Qué hicieron?
-¡No lo sé y ni siquiera quisiera saberlo!
- Qué ? —gritó la madre, petrificada.
-Son un desastre ¿no? Esta vez se ordenarán.
—No, por favor no digas eso; ¡Vamos a rescatarlos!
– ¿Rescatarlos? Nunca ! Todo bien considerado, no los matarán. Sólo necesitan un poco de corrección y entenderán la vida.
-No, no digas eso por favor, ¡lo siento!
-¿Quieres empezar de nuevo? ¡Partir! ¡No me voy! Esto es lo que hicieron y los niños se están convirtiendo en un gran problema en la sociedad. Si hoy los niños se han vuelto insoportables es por culpa tuya. ¿O lo vas a negar?
La madre no respondió palabra y en lugar de responder, dejó escapar una lágrima de su ojo derecho.
***
En la comisaría, ubicada a pocos metros de la cabecera del distrito, se encontraba la calma. En el patio estaban estacionadas varias motocicletas. También había algunos vehículos estacionados. En lo profundo del patio había un gran edificio: era el edificio de servicio.
Las dos hermanas gemelas, que se negaron a denunciar, con el torso desnudo, recibieron latigazos por todo el cuerpo. A pesar de las heridas que recorrían su cuerpo, la inocente mujer del caso no quiso denunciar al culpable y se dejó golpear. Fidélia no quiso denunciarse. Fideliana tampoco quiso denunciar a su hermana. Lloraron a pesar de todo. Treinta y cinco minutos de corrección después, el comisario se compadeció y dijo:
-Como el delincuente no quiere ser denunciado es mejor que lo detengamos.
De repente apareció una anciana: era su madre. Ella, nada más entrar, saludó al oficial y al resto del personal de la sala.
– Hola señora, ¿son estos sus hijos? -preguntó el comisario al recién llegado.
– ¡Sí, son mis hijas!
– No hay que dudarlo porque tienen aproximadamente tu cara. ¿Y por qué son tan tercos?
– ¡Es su naturaleza, jefe!
- ¿Ah, bien? Uno de ellos cometió un gran error. Ahora hemos pasado por todas las alquimias para detectar al criminal pero en vano.
"No estaba en casa", se quejó la madre. "Es ahora que he vuelto para estar lejos de ellos, y su padre me dijo que los trajeron aquí".
- Es cierto. ¿Y por qué no vino tu padre contigo?
"Está enfermo", mintió el recién llegado.
- Está bien ! ¿Y sabéis lo que hicieron para que los trajeran aquí?
- No sé.
– Al parecer uno de ellos fue a matar al aprendiz de la joven que ves sentada a tu izquierda.
- Qué ? gritó la madre.
– Y ya han pasado tres días desde que la víctima fue trasladada al CHD-OP.
- Ay dios mío ! ¡Qué problema! ¿Y ella cómo está? -preguntó la madre con lágrimas en los ojos.
Fue en ese momento que Hortensia, con aspecto triste, respondió:
– Ella ya ha recuperado un poco su salud, gracias a Dios.
Fidélia, todavía arrodillada y pensativa, lamentó amargamente su acción.
– ¿Y ahora qué vamos a hacer? -preguntó la madre con tristeza.
"Según manifestó la joven, serán detenidos y liberados el día que se paguen completamente los gastos de la cura", testificó el comisionado.
- Oh ! ¿Es una gran cantidad por favor? -preguntó la madre abatida.
- Sí ! ¡Una gran suma de dinero! Trescientos setenta mil francos CFA.
- Qué ? ¡Qué desastre! gritó la madre de nuevo.
***
La ciudad de Porto Novo vibraba con el sonido de las motos y los coches mientras el sol volvía al lado opuesto de su salida. Además, el ruido de los altavoces resonó sin fallar. Acurrucada en los brazos de su querido amante, Florencia pasó sus manos por el cabello que formaba un pequeño Jardín del Edén en el pecho de su amado. En voz baja, se contaron maravillosas aventuras de su infancia. Estaban felices. Se contaron casi todo.
—Pero dime cariño, ¿cuándo me presentarás a tus padres?
Con una sonrisa entre los dientes, el hombre respondió:
– ¿Tienes prisa por conocer a tus suegros?
- ¡Sí, querido! ¡Demasiado apresurado incluso!
-Está bien, no tendrás que preocuparte. ¡Pero me gustaría que me hicieras un bebé primero!
- ¿Mmm? ¿Primero un bebé?
- ¡Oh sí! ¡Un bebe!
– ¿Un bebé? ¡Lo haré! Y dime mi amor, si te diera una niña como tu primer hijo, ¿cuál sería tu reacción? ¿Serías feliz?
—Pero ¿por qué esta pregunta, cariño?
- Nada ! ¡Solo quiero saber tu intención! Porque hay hombres que no quieren que sus esposas tengan hijas y prefieren sólo hijos varones.
– ¡Estos hombres están locos! Dime ¿tienes la fuerza y el poder para decidir el sexo de tu futuro bebé?
En silencio, la joven asintió.
- Está bien ! Y yo ¿lo tengo?
- ¡No me parece! respondió la joven esta vez.
– Entonces ¿quién tiene la última palabra?
- Despedida !
- GRACIAS ! Así que debes saber que, sin importar tu género, estaré muy orgulloso y muy honrado por ti. Y dime, ¿qué nombre podríamos dar a este tipo de hombres que terminan odiando a sus esposas con el pretexto de que éstas tienen demasiadas hijas?
– Gente completamente loca.
– Gracias, lo dedujiste correctamente. ¡Eres increíble!
- Gracias, mi amor ! Pero sabes qué, cariño, quiero preguntarte algo.
- ¿Ah, bien? ¿Qué, querida mía?
– ¡Prométeme primero que me darás esto!
- ¡Está bien, lo prometo!
- GRACIAS ! ¡Quiero iniciar un pequeño negocio!
- ¿Ah, bien? ¿Y qué piensas vender?
- ¡No importa lo que me ofrezcas!
— ¡No, pero eso sería un poco sospechoso de mi parte! Propónte.
La joven se enderezó y se sentó, luego tomó las manos de su interlocutor entre las suyas.
– Cariño, quiero empezar vendiendo carbón.
- Qué ? ¿Carbón? ¡Pero eso es desafortunado! ¡Mira que hermosa eres! El carbón te ennegrecerá, ¡vamos! Además, eso no lo puedes vender. ¡Preferiría que vendieras en una gran tienda de prêt-à-porter! ¿Qué opinas al respecto?
– Es una iniciativa muy bonita pero al fin y al cabo es un gasto.
—Cariño, gastes o no, me da igual. Sería mejor para mí satisfacer tus ansiosas necesidades que dejarte sufrir.
La joven, muy feliz, regaló una sonrisa de encanto.
– Eres el hombre más ideal; El más maravilloso y el más amable.
- Así como tú, eres la mujer más amable y noble.
- ¡Gracias bebé! Pero dime ¿cuando nos casaremos?
– Después de dar a luz a nuestro primer hijo. Pero no tengo pensado organizarlo aquí en Benin.
– ¿Y dónde?
– En Estados Unidos, donde viven mis padres.
- Qué ? Además de tus padres, ¿tienes otros conocidos allí?
– ¡Ya basta!
- ¡Guau! ¡Mi querida es global! ¿Estás seguro de que no me ayudarás algún día?
– Pero cariño, ¿por qué siempre me sorprendes con la misma pregunta?
– Es porque tengo miedo de perderte. Y no sólo eso, no quisiera compartirte con ninguna otra mujer.
– Cariño, te amaré hasta mi último aliento.
- Está bien ! Todo bien considerado, sé que no me traicionarás. Pero cariño, me gustaría que hicieras una parada para visitar a mis padres muy pronto.
- ¿Ah, bien? En ese caso, iremos juntos.
- ¡Oh, tú también, nena! No llevo ni un mes aquí y ¿qué quieres que haga? Me gustaría que fueras solo.
- Está bien ! En ese caso me iré por la noche.
- ¿Hmm, bebé? ¿Qué pasaría si fueras ahora? ¿O prefieres escribir tus columnas primero?
– No, no estoy inspirado en este momento.
- Está bien ! Pero me gustaría que le compraras un teléfono a mis padres para que aún podamos comunicarnos con ellos a distancia.
– Querida mía, no olvides que tu alegría es mía y tu tristeza también es mía. Entonces, si ya puedes encontrar alegría en lo que deseas, ¿quién soy yo para no devolvértela?
***
El patio del Titi acababa de recibir la visita de un extraño.
– Buenas noches suegra, ¿cómo estás? saludó al recién llegado.
-Estoy bien ¿y tú hijo?
-Yo también estoy bien, madre.
– ¿Cómo está mi hija?
– Ella se encuentra muy bien y me ha pedido que le envíe saludos.
– ¡Gracias a ella!
–Mamá, ¿dónde se han ido las hermanas gemelas?
La señora, inclinando la cabeza, la levantó unos segundos después con lágrimas. Toda su cara estaba empapada de lágrimas.
– ¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué lloras? ¿Hay algún problema?
Mamá Florencia, deprimida, tenía una expresión distante, apretando los dientes.
– ¡Pero mamá, respóndeme! ¿Por qué esa tristeza en tu cara?
-Estas chicas no están en casa.
– ¿Y a dónde fueron? ¿Han desaparecido?
– Fueron detenidos por la policía...
- Qué ? —gritó Jean-Paul. ¿Y por qué razón?
– Uno de ellos había ido a golpear a una joven en su casa y como estas chicas se parecen tanto, la policía no pudo identificar cuál de ellas fue la autora del acto.
– ¿Y dónde están ahora?
– Están tras las rejas.
– ¿Y qué dijo la policía sobre su liberación?
– El Comisionado desea que se paguen primero los costes que se gastaron para salvar la vida de la víctima, antes de su liberación.
– ¿Y cuánto son los honorarios?
-¡Es enorme! Cientos de miles.
- Está bien ! ¿Y papá?
-No sé a dónde fue.
- ¡De acuerdo! -Vamos a ver al comisario, sugirió el hombre.
Con esto la señora se levantó y entró en la habitación. Unos segundos después, salió con un vestido ceñido a la cintura.
***
Jean-Paul, después de haber discutido largamente con el comisario sobre el asunto de sus cuñadas, pagó la multa y llevó a Fidélia y Fidéliana a su piso, en casa de sus suegros.
“Gracias, tío”, le dijeron a su benefactor.
– Por favor, queridas cuñadas. Pero ya sabéis que tenemos que cambiar nuestro comportamiento. Ya os estáis convirtiendo en niñas grandes. Pronto te casarás. Así que cambia tu comportamiento, de lo contrario te resultará difícil después del matrimonio.
– ¡Gracias, tío! exclamó Fidélia.
***
Era medianoche. Fidélia despertó a su hermana y la hizo sentarse.
– Fideliana, ¿qué te parece lo que nos ha contado hoy el marido de nuestra hermana?
- Nada ! Y tú, ¿has pensado en alguna idea?
– Sí, desde que nos acostamos a las nueve, juro que no he podido dormir.
- ¿Ah, bien? ¿Y por qué?
– Por cierto, sus palabras me vienen a la mente. Después de pensarlo mucho, creo que tiene razón. Tendremos que cambiar nuestro comportamiento. Sé que entre tú y yo, yo soy el más peligroso. También te agradezco por apoyarme en este asunto al aceptar recibir inocentemente estos golpes por mí. No sé cómo expresarte mi gratitud. Muchas gracias por rescatarme. Pero me gustaría que cambiáramos nuestro comportamiento. De lo contrario, papá ya está cansado y mamá también. Así que tenemos que cambiar.
Fideliana, sorprendida, se secó la cara y luego buscó el rostro de su hermana gemela. Ciertamente, el brillo de la linterna no le permitió apuntar bien al rostro de su compañero.-Está bien, te entiendo. Sólo puedo estar en connivencia contigo, respondió ella.– Bueno, voy a hacerte una sugerencia.- Cual ?– Mañana, muy temprano por la mañana, me gustaría que nos disculpáramos con papá y mamá y les prometiéramos que…– Ni siquiera intentes terminar la frase. Trague el resto, por favor.Sorprendida, Fidélia miró directamente a los ojos de su hermana y fingió no reconocerla.- Qué ? ¿Entonces no quieres cambiar tu estilo de vida a pesar de lo que nos pase en esta vida? ¿No ves cómo nuestros amigos de al lado empiezan a mirarnos cada vez que salimos? ¿Eso no te molesta?Ante esta pregunta Fideliana no respondió nada.- En cualquier caso, si no tienes intención de cambiar, no esperes que te siga. Esta es mi última frase.Con esto, Fidélia se envolvió en su sábana y, ignorando a su herman
La estancia de Dios esa mañana fue en la recepción de las hermanas gemelas. Fideliana, con su estómago terriblemente hinchado, no sabía en qué dios confiar.—Hola, señor Dieu-donné —empezó Fidélia—, hace mucho tiempo que no nos vemos. Es porque he estado un poco ocupado con el trabajo últimamente.—Me siento muy orgulloso de oír eso, querida —le susurró Dieu-donné, sonriendo.– Entonces, si me doy el gusto de estar aquí esta mañana con mi hermana, es porque hay una pregunta ardiendo en mi corazón y mientras no la satisfaga con una respuesta, siempre seguirá ardiendo en mi corazón. Entonces, como ya sabéis, entre dos gemelos, hablo de los verdaderos, siempre hay uno que es malo, por no decir severo o rígido. Por otro lado, hay uno que suele ser sencillo y tranquilo. Entre estas categorías reconozco que soy la más severa y la más dura.Fidélia, haciendo una breve pausa, examinó a su hermana con la mirada antes de mirar directamente a Dieu-donné a los ojos.—Bien —continuó después de acl
Fátima, la joven aprendiz a quien Fidelia una vez había golpeado hasta la muerte, se sentó frente a Fidelia esa mañana. Ahora se habían convertido en mejores y verdaderos amigos.Los dos estaban discutiendo un tema muy serio a puerta cerrada esa mañana. En su conversación se podía imaginar y deducir lo sinceros que eran el uno con el otro. Su jefe, en ese momento, seguía ausente como de costumbre. La mesa que contenía los taparrabos sin coser estaba vacía porque todo ya había sido cosido desde finales de la semana anterior. Esto fue lo que les dio a las dos jóvenes un poco de libertad para distraerse.- Bueno. De lo contrario, se ha convertido en su hábito diario y mientras no lo llame o le escriba primero, nunca piensa en hacerlo primero, dijo Fátima.—Querido mío, te juro que algo raro ocurre. Si no lo crees ve y descúbrelo, terminarás diciéndome por qué. Juro que tu novio tiene otra novia a la que ama con todo su corazón.– Y muchas veces cuando lo ves, parece muy serio conmigo cua
Florencia, acostumbrada a levantarse muy temprano por la mañana, ya estaba en la cocina calentando las migas de la noche anterior después de barrer el patio. Cuando la joven puso la sartén en el fuego, sintió la presencia de alguien detrás de ella y cuando giró lentamente la cabeza, vio a su marido ofreciéndole su bonita sonrisa.—Cariño, no te oí entrar —le gritó al recién llegado.El hombre, con una sonrisa entre los dientes, corrió hacia su esposa y, con voz tranquila, le pidió que le dejara calentar las migas.“No, mi amor, por favor déjame hacerlo”, respondió la joven madre.—No, por favor, no insistas, te lo ruego. Ya ha pasado mucho tiempo desde que he podido ayudarte en esta casa debido a mis impedimentos. Y como hoy estoy libre, tendrás que dejarme hacer esto.Florencia se encogió de hombros con la boca abierta y asintió con un "vale".– En ese caso, para ahorrar tiempo, limpiaré las baldosas de la terraza, ya que las de la sala ya se limpiaron anoche.-¡Está bien, no hay pro
De tez color café y una pequeña cicatriz sobre su mejilla derecha que daba una claridad luminosa a su lindo rostro, Florencia era una joven de veintitrés años. Ella es una mujer joven que proviene de una familia que antaño era rica. Hace unos años, Florencia y su familia vivían felices. El padre era funcionario y la madre, una gran empresaria. Florencia no era hija única para sus padres. Ella es, por supuesto, una de cinco hijos. Ciertamente ella es la mayor y respeta mucho a su padre y a su madre. Ella era una joven muy luchadora. Después de su nacimiento, su madre dio a luz a dos niñas gemelas, Fidélia y Fidéliana. Después de estos, siguieron dos muchachos. Los dos niños no nacieron al mismo tiempo; lo que significa que Siro y Joslio no eran gemelos. Syrus era el más joven de la familia Titi.De hecho, la familia Titi vivió feliz hasta el día en que una gran desgracia llamó a su puerta. El viejo Titi, que antaño era un gran funcionario y proveía a todas las necesidades de su familia
La oscuridad lamía ya los muros y las concesiones cuando la vieja puerta de Titi, hecha de unos cuantos tablones y una vieja chapa, se cerró de golpe al cabo de unos segundos. En el patio de la casa acababa de aparecer una mujer joven, que llevaba sobre la cabeza una palangana cargada con unas cuantas varas de caña de azúcar.A unos centímetros de la entrada, una anciana estaba sentada con el puño en la barbilla.- Mamá, ¿por qué la mano en la barbilla?", comentó la recién llegada, con cara de sorpresa.La mujer de unos cincuenta años, ante esta pregunta, no contestó inmediatamente. En lugar de una respuesta, dos gotas de lágrimas salpicaron sus párpados.- Mamá, ¿puedes decirme, por favor, qué te pasa?", dijo la recién llegada, colocando suavemente su palangana en el suelo y doblando las rodillas entre las piernas de su madre.La anciana, preocupada y entristecida, respondió que estaba cansada de la vida.- ¿Qué? -gritó Florencia aún más fuerte-. ¿De qué estás cansada? ¿Y a quién me
Tras la puesta de sol, el crepúsculo extendió sus rayos. La oscuridad permanecía a la espera de que el crepúsculo se alejara y le diera su turno. Vehículos y motocicletas circulaban por la acera. Los peatones pasaban cansados por la acera. El cielo estaba oscuro, negro y muy nublado. Había una fuerte amenaza de lluvia. Los truenos avisaban a los valientes, que estaban preparados para todo. Mientras tanto, Florencia, que volvía de su tienda, se apresuraba como una niñera pensando en su bebé, que llegaría a casa llorando. Llevaba el tazón de caña de azúcar bien cargado sobre la cabeza. A pesar de la velocidad de sus pasos, no había peligro de que el tazón cayera sobre su cabeza. De repente, la llamó alguien que, a pesar de la amenaza de truenos, estaba sentado en una moto aparcada. Sin vacilar, la joven se dirige hacia el desconocido. Desde la distancia, no pudo mirar al hombre por falta de la oscuridad de la noche, que poco a poco se había hecho visible. Aunque tenía prisa, no rechazó
El crepúsculo de esa tarde se iba desvaneciendo poco a poco, dando paso a las tintas negras de la oscuridad que se instalaban cuando Florencia, muy preocupada, regresó a la casa.-¿Qué estupidez me he hecho? Se preguntó. ¿Por qué no había aceptado tomar su número? se reprochó a sí misma.Unos minutos de caminata después, la hija de Titi logró llegar al umbral de la casa.–Hija mía, ¿parece que has aguantado mucho hoy? Una voz en la oscuridad le señaló.El recién llegado, incluso en la oscuridad, sabía de quién era la voz.-Mamá, ¡lo siento! Es porque tuve un pequeño problema al volver a casa.- ¿Ah, bien? ¿De qué se trataba?—Mamá, no te preocupes, pero sabes, ¡tenemos algo que decirte!- En realidad ? Así que ven y siéntate, ¡porque ya puedo leer una especie de tristeza mezclada con pánico en tu voz!-Así es, mamá, ¡estoy muy preocupada! Pero dame un momento por favor.Florencia caminó hacia la puerta de la sala y salió unos segundos después con una pequeña linterna que encendió y co