Capítulo 11

A los pocos minutos de que se marchara la patrulla de las fuerzas de seguridad apareció la madre de los gemelos.

– Cariño, ¿qué buscaba ese coche que acaba de salir de nuestra puerta?

– ¡Son tus hijas!

- Dios mío ! ¿Qué hicieron?

"Acaban de ser esposados por la policía", respondió el padre.

– Por favor, deja de bromear y dime ¿dónde están?

-¿Por qué no me crees? ¡Pero lo digo en serio!

- Dios mío ! gritó la madre, con las manos en la cabeza. ¿Qué hicieron?

-¡No lo sé y ni siquiera quisiera saberlo!

- Qué ? —gritó la madre, petrificada.

-Son un desastre ¿no? Esta vez se ordenarán.

—No, por favor no digas eso; ¡Vamos a rescatarlos!

– ¿Rescatarlos? Nunca ! Todo bien considerado, no los matarán. Sólo necesitan un poco de corrección y entenderán la vida.

-No, no digas eso por favor, ¡lo siento!

-¿Quieres empezar de nuevo? ¡Partir! ¡No me voy! Esto es lo que hicieron y los niños se están convirtiendo en un gran problema en la sociedad. Si hoy los niños se han vuelto insoportables es por culpa tuya. ¿O lo vas a negar?

La madre no respondió palabra y en lugar de responder, dejó escapar una lágrima de su ojo derecho.

***

En la comisaría, ubicada a pocos metros de la cabecera del distrito, se encontraba la calma. En el patio estaban estacionadas varias motocicletas. También había algunos vehículos estacionados. En lo profundo del patio había un gran edificio: era el edificio de servicio.

Las dos hermanas gemelas, que se negaron a denunciar, con el torso desnudo, recibieron latigazos por todo el cuerpo. A pesar de las heridas que recorrían su cuerpo, la inocente mujer del caso no quiso denunciar al culpable y se dejó golpear. Fidélia no quiso denunciarse. Fideliana tampoco quiso denunciar a su hermana. Lloraron a pesar de todo. Treinta y cinco minutos de corrección después, el comisario se compadeció y dijo:

-Como el delincuente no quiere ser denunciado es mejor que lo detengamos.

De repente apareció una anciana: era su madre. Ella, nada más entrar, saludó al oficial y al resto del personal de la sala.

– Hola señora, ¿son estos sus hijos? -preguntó el comisario al recién llegado.

– ¡Sí, son mis hijas!

– No hay que dudarlo porque tienen aproximadamente tu cara. ¿Y por qué son tan tercos?

– ¡Es su naturaleza, jefe!

- ¿Ah, bien? Uno de ellos cometió un gran error. Ahora hemos pasado por todas las alquimias para detectar al criminal pero en vano.

"No estaba en casa", se quejó la madre. "Es ahora que he vuelto para estar lejos de ellos, y su padre me dijo que los trajeron aquí".

- Es cierto. ¿Y por qué no vino tu padre contigo?

"Está enfermo", mintió el recién llegado.

- Está bien ! ¿Y sabéis lo que hicieron para que los trajeran aquí?

- No sé.

– Al parecer uno de ellos fue a matar al aprendiz de la joven que ves sentada a tu izquierda.

- Qué ? gritó la madre.

– Y ya han pasado tres días desde que la víctima fue trasladada al CHD-OP.

- Ay dios mío ! ¡Qué problema! ¿Y ella cómo está? -preguntó la madre con lágrimas en los ojos.

Fue en ese momento que Hortensia, con aspecto triste, respondió:

– Ella ya ha recuperado un poco su salud, gracias a Dios.

Fidélia, todavía arrodillada y pensativa, lamentó amargamente su acción.

– ¿Y ahora qué vamos a hacer? -preguntó la madre con tristeza.

"Según manifestó la joven, serán detenidos y liberados el día que se paguen completamente los gastos de la cura", testificó el comisionado.

- Oh ! ¿Es una gran cantidad por favor? -preguntó la madre abatida.

- Sí ! ¡Una gran suma de dinero! Trescientos setenta mil francos CFA.

- Qué ? ¡Qué desastre! gritó la madre de nuevo.

***

La ciudad de Porto Novo vibraba con el sonido de las motos y los coches mientras el sol volvía al lado opuesto de su salida. Además, el ruido de los altavoces resonó sin fallar. Acurrucada en los brazos de su querido amante, Florencia pasó sus manos por el cabello que formaba un pequeño Jardín del Edén en el pecho de su amado. En voz baja, se contaron maravillosas aventuras de su infancia. Estaban felices. Se contaron casi todo.

—Pero dime cariño, ¿cuándo me presentarás a tus padres?

Con una sonrisa entre los dientes, el hombre respondió:

– ¿Tienes prisa por conocer a tus suegros?

- ¡Sí, querido! ¡Demasiado apresurado incluso!

-Está bien, no tendrás que preocuparte. ¡Pero me gustaría que me hicieras un bebé primero!

- ¿Mmm? ¿Primero un bebé?

- ¡Oh sí! ¡Un bebe!

– ¿Un bebé? ¡Lo haré! Y dime mi amor, si te diera una niña como tu primer hijo, ¿cuál sería tu reacción? ¿Serías feliz?

—Pero ¿por qué esta pregunta, cariño?

- Nada ! ¡Solo quiero saber tu intención! Porque hay hombres que no quieren que sus esposas tengan hijas y prefieren sólo hijos varones.

– ¡Estos hombres están locos! Dime ¿tienes la fuerza y el poder para decidir el sexo de tu futuro bebé?

En silencio, la joven asintió.

- Está bien ! Y yo ¿lo tengo?

- ¡No me parece! respondió la joven esta vez.

– Entonces ¿quién tiene la última palabra?

- Despedida !

- GRACIAS ! Así que debes saber que, sin importar tu género, estaré muy orgulloso y muy honrado por ti. Y dime, ¿qué nombre podríamos dar a este tipo de hombres que terminan odiando a sus esposas con el pretexto de que éstas tienen demasiadas hijas?

– Gente completamente loca.

– Gracias, lo dedujiste correctamente. ¡Eres increíble!

- Gracias, mi amor ! Pero sabes qué, cariño, quiero preguntarte algo.

- ¿Ah, bien? ¿Qué, querida mía?

– ¡Prométeme primero que me darás esto!

- ¡Está bien, lo prometo!

- GRACIAS ! ¡Quiero iniciar un pequeño negocio!

- ¿Ah, bien? ¿Y qué piensas vender?

- ¡No importa lo que me ofrezcas!

— ¡No, pero eso sería un poco sospechoso de mi parte! Propónte.

La joven se enderezó y se sentó, luego tomó las manos de su interlocutor entre las suyas.

– Cariño, quiero empezar vendiendo carbón.

- Qué ? ¿Carbón? ¡Pero eso es desafortunado! ¡Mira que hermosa eres! El carbón te ennegrecerá, ¡vamos! Además, eso no lo puedes vender. ¡Preferiría que vendieras en una gran tienda de prêt-à-porter! ¿Qué opinas al respecto?

– Es una iniciativa muy bonita pero al fin y al cabo es un gasto.

—Cariño, gastes o no, me da igual. Sería mejor para mí satisfacer tus ansiosas necesidades que dejarte sufrir.

La joven, muy feliz, regaló una sonrisa de encanto.

– Eres el hombre más ideal; El más maravilloso y el más amable.

- Así como tú, eres la mujer más amable y noble.

- ¡Gracias bebé! Pero dime ¿cuando nos casaremos?

– Después de dar a luz a nuestro primer hijo. Pero no tengo pensado organizarlo aquí en Benin.

– ¿Y dónde?

– En Estados Unidos, donde viven mis padres.

- Qué ? Además de tus padres, ¿tienes otros conocidos allí?

– ¡Ya basta!

- ¡Guau! ¡Mi querida es global! ¿Estás seguro de que no me ayudarás algún día?

– Pero cariño, ¿por qué siempre me sorprendes con la misma pregunta?

– Es porque tengo miedo de perderte. Y no sólo eso, no quisiera compartirte con ninguna otra mujer.

– Cariño, te amaré hasta mi último aliento.

- Está bien ! Todo bien considerado, sé que no me traicionarás. Pero cariño, me gustaría que hicieras una parada para visitar a mis padres muy pronto.

- ¿Ah, bien? En ese caso, iremos juntos.

- ¡Oh, tú también, nena! No llevo ni un mes aquí y ¿qué quieres que haga? Me gustaría que fueras solo.

- Está bien ! En ese caso me iré por la noche.

- ¿Hmm, bebé? ¿Qué pasaría si fueras ahora? ¿O prefieres escribir tus columnas primero?

– No, no estoy inspirado en este momento.

- Está bien ! Pero me gustaría que le compraras un teléfono a mis padres para que aún podamos comunicarnos con ellos a distancia.

– Querida mía, no olvides que tu alegría es mía y tu tristeza también es mía. Entonces, si ya puedes encontrar alegría en lo que deseas, ¿quién soy yo para no devolvértela?

***

El patio del Titi acababa de recibir la visita de un extraño.

– Buenas noches suegra, ¿cómo estás? saludó al recién llegado.

-Estoy bien ¿y tú hijo?

-Yo también estoy bien, madre.

– ¿Cómo está mi hija?

– Ella se encuentra muy bien y me ha pedido que le envíe saludos.

– ¡Gracias a ella!

–Mamá, ¿dónde se han ido las hermanas gemelas?

La señora, inclinando la cabeza, la levantó unos segundos después con lágrimas. Toda su cara estaba empapada de lágrimas.

– ¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué lloras? ¿Hay algún problema?

Mamá Florencia, deprimida, tenía una expresión distante, apretando los dientes.

– ¡Pero mamá, respóndeme! ¿Por qué esa tristeza en tu cara?

-Estas chicas no están en casa.

– ¿Y a dónde fueron? ¿Han desaparecido?

– Fueron detenidos por la policía...

- Qué ? —gritó Jean-Paul. ¿Y por qué razón?

– Uno de ellos había ido a golpear a una joven en su casa y como estas chicas se parecen tanto, la policía no pudo identificar cuál de ellas fue la autora del acto.

– ¿Y dónde están ahora?

– Están tras las rejas.

– ¿Y qué dijo la policía sobre su liberación?

– El Comisionado desea que se paguen primero los costes que se gastaron para salvar la vida de la víctima, antes de su liberación.

– ¿Y cuánto son los honorarios?

-¡Es enorme! Cientos de miles.

- Está bien ! ¿Y papá?

-No sé a dónde fue.

- ¡De acuerdo! -Vamos a ver al comisario, sugirió el hombre.

Con esto la señora se levantó y entró en la habitación. Unos segundos después, salió con un vestido ceñido a la cintura.

***

Jean-Paul, después de haber discutido largamente con el comisario sobre el asunto de sus cuñadas, pagó la multa y llevó a Fidélia y Fidéliana a su piso, en casa de sus suegros.

“Gracias, tío”, le dijeron a su benefactor.

– Por favor, queridas cuñadas. Pero ya sabéis que tenemos que cambiar nuestro comportamiento. Ya os estáis convirtiendo en niñas grandes. Pronto te casarás. Así que cambia tu comportamiento, de lo contrario te resultará difícil después del matrimonio.

– ¡Gracias, tío! exclamó Fidélia.

***

Era medianoche. Fidélia despertó a su hermana y la hizo sentarse.

– Fideliana, ¿qué te parece lo que nos ha contado hoy el marido de nuestra hermana?

- Nada ! Y tú, ¿has pensado en alguna idea?

– Sí, desde que nos acostamos a las nueve, juro que no he podido dormir.

- ¿Ah, bien? ¿Y por qué?

– Por cierto, sus palabras me vienen a la mente. Después de pensarlo mucho, creo que tiene razón. Tendremos que cambiar nuestro comportamiento. Sé que entre tú y yo, yo soy el más peligroso. También te agradezco por apoyarme en este asunto al aceptar recibir inocentemente estos golpes por mí. No sé cómo expresarte mi gratitud. Muchas gracias por rescatarme. Pero me gustaría que cambiáramos nuestro comportamiento. De lo contrario, papá ya está cansado y mamá también. Así que tenemos que cambiar.

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