Cap{itulo 56
Encerrada
Pasaron horas, quizás más de las que Maya hubiera querido. El tiempo dentro de esa habitación parecía desdibujarse, como si los minutos se derritieran entre las paredes de piedra y el silencio opresivo. Había caminado de un extremo a otro tantas veces que se sabía de memoria cada grieta del suelo, cada irregularidad del muro. El único consuelo era la imagen persistente de Dina en su mente: viva, y alli, con ella.
Cuando por fin escuchó pasos al otro lado de la puerta, se detuvo en seco. El corazón le retumbó en el pecho como si quisiera abrirse paso hacia la libertad. La puerta se abrió con un crujido, y Bastian apareció nuevamente, cruzando el umbral con ese aire contenido que lo envolvía siempre, como si llevara encima un peso que no terminaba de confesar.
—¿Qué pasó? —preguntó Maya, apenas dejando que cerrara la puerta detrás de él—. ¿Por qué no volviste antes? ¿Por qué no me dijiste nada más sobre Dina?
Bastian la miró, sus ojos algo más oscuros que la últim