47. Tormenta
Bella
Se desató incluso mucho antes de que alguno de los dos fuese capaz de detenerlo.
—Escúchame, Isabella —suplicó, y al dar un paso al frente, yo retrocedí otros dos.
No quería tenerle cerca.
Me negaba a compartir el mismo espacio con él.
—Me dejaste sola —gimoteé aturdida y negué con la cabeza—. ¡Me dejaste jodidamente sola en este lugar!
—Necesito que me escuches, por favor —dijo, al tiempo que trataba de alcanzarme.
Esquivé el contacto y le empujé.
— ¡No me toques! ¡No te acerques a mí! —chillé sabiendo que se me quebraría la voz.
—Bella…
— ¡No! —Le señalé — ¡¿Cómo te atreves a pedirme que lo haga, eh?! —bramé violenta—. ¡¿Cómo te atreves a pedirme que te escuche?!
Sus ojos azules se oscurecieron de golpe, regalándome la imagen más destrozada que obtendría de él. Tragó saliva y trató por todos los medios de recuperar el aliento; no lo consiguió, todo de él parecía haberse estampado de bruces contra un muro gigante de concreto.
Uno que nos separaba dolorosamente el uno del otro.