VI Bestia hambrienta

En cuanto pudo controlar el temblor de su cuerpo, Lis corrió hacia la puerta, que nuevamente se cerró de golpe frente a ella. Había sido él, notó con espanto, pues la mano del hombre se hallaba alzada en su dirección, mientras bebía la sangre del cochero como una vil sanguijuela. Ella jamás oyó que los leprosos se alimentaran de sangre y menos de que tuvieran habilidades mágicas. Esa criatura no era un leproso, qué ingenua había sido. No era un pobre hombre enfermo, era un monstruo.

La princesa se cubrió los oídos para evitar que el horroroso sonido le siguiera agitando las entrañas. Era como el sorber de una sopa, pero una sopa humana. Con la frente apoyada en la puerta que era incapaz de abrir, lloró y oró por su vida, sabiendo que sería la siguiente.

—Hmm... Aaahhh... ¡Ha estado delicioso! —exclamó Desz. Se limpió la sangre que escurrió de su boca y empujó con su pie el cadáver hasta alejarlo de su lado.

Lo había dejado seco como a una pasa.

Volvió a cubrirse con la manta, pero
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