SENTIMIENTOS INCOMPRENDIDOS.
Xavier frunció el ceño. Aquel beso se sintió tan frío e indiferente que apenas suspiró antes de mirarla de nuevo.
—¿Te pasa algo, cariño? —preguntó, girando la cabeza con un movimiento más perturbador que la escena misma. Ella apenas titubeó.
—¿Por qué estás golpeando a ese hombre con tanta brutalidad? ¿Qué fue lo que hizo? —preguntó Elizabeth, aterrorizada.
Xavier, en cambio, permanecía completamente impasible.
—Porque ese hijo de puta creyó que podía traicionarme… y salir impune —respondió, mirando al hombre tirado en el suelo. Luego sacudió la cabeza con una mueca de sarcástica compasión.
—¿Te... te traicionó? —balbuceó Elizabeth, sintiendo cómo la voz se le atoraba en la garganta.
—Sí. Le vendió armas a Vicenzo, armas que estaban destinadas a mi organización. Y lo peor es que era uno de mis hombres de mayor confianza. Pero nadie me traiciona, Elizabeth. Nadie. —Xavier sentenció, con la mirada clavada en el cuerpo moribundo que jadeaba de dolor.
La piel de Elizabeth se tornó lívida