—Tengo que salir, Elizabeth.
—¿Te demoras? —preguntó ella con suspicacia, intentando obtener más información. Ya sabía que él se iba, pero necesitaba saber cuánto tiempo.
—No lo sé, pero todos mis hombres están al tanto de cualquier novedad.
Elizabeth asintió.
Xavier continuó su camino hacia la habitación. Desde su teléfono, utilizó el mando a distancia para cortar todas las comunicaciones de la mansión, incluyendo el internet, sin que Elizabeth lo notara. Descendió rápidamente y, al llegar a la sala otra vez, la encontró todavía ahí, sonriendo y fingiendo que todo marchaba con normalidad.
—Que te vaya muy bien —lo despidió la mujer de manera hipócrita. Él solo resopló y salió de la mansión.
Los guardaespaldas, siempre apostados en la sala de estar, miraron fijamente a Elizabeth, advirtiéndole que no se acercara a la salida. Pero nadie le dijo que no podía recorrer la mansión. Sin más preámbulo, se dirigió al despacho de Xavier, sin que nadie la viera. Sin embargo, al llegar, se e