Capítulo 38. El último beso
ELENA
Una vez sola, entré al dormitorio, abrí el armario y seleccioné ropa que no llamara la atención. Prendas cómodas, discretas. Guardé algo de dinero, documentos y una manta ligera. Lo quería dejar todo preparado para huir al día siguiente.
Miré el reloj de la mesita de noche, las nueve en punto. Perfecto, la tienda de Maelis no abría hasta las diez, así que tenía tiempo de sobra para llegar sin prisas. Cuando de repente escuché el chirrido de la puerta. Di un respingo. ¿Qué demonios? ¡Era Lycan! Acababa de volver.
Lycan entró en la habitación. Me sonrió. Se acercó sin decir nada y me abrazó. Me besó en la frente, luego en los labios, como si quisiera borrar con ternura todo el tiempo que había estado ausente.
—¿Qué haces en casa?
—Quería verte —dijo—. Quería estar contigo. Sé que he estado ausente. Sé que he trabajado demasiado. Y lo siento.
Me quedé en silencio.
—Hay conflictos entre otras manadas —añadió—. Problemas que no puedo ignorar. Me toca ir, poner orden, mediar. Pero v