Traidores en la Manada
-No tienes idea de lo que acabas de hacer -Murmuró Helena con voz tensa, un hilo cargado de furia contenida. -Pero te juro que vas a pagar cada segundo este atrevimiento.
Damiela se encogía junto a la pared, temblando, apenas logrando balbucear palabras que nadie escuchaba ni se molestaba en entender. Sus ojos saltaban entre la escena y la puerta, demasiado aterrada para moverse, demasiado arrepentida para fingir indiferencia.
Fue entonces que pasos rápidos se escucharon acercándose por el pasillo. Helena giró apenas la cabeza, sin soltar a Gema, y rugió con fuerza:
-¡Aquí! ¡¡Alguien que me ayude, ya!!
El eco de su voz retumbó con rabia por las paredes. Helena sabía que Meyrick no estaba lejos. Habían planeado cubrir rutas distintas para evitar que los niños escaparan nuevamente. Aun así, no pensaba soltar a esa rata escurridiza. No hasta asegurarse de que fuera contenida, apresada y vigilada.
La puerta se abrió de golpe y entró Cano y la joven aprendiz del médi