Quitar del talbero
-¿Y qué ganaste con eso? -La voz de su padre no tenía gritos. La mirada severa sobre el escritorio era suficiente para que cualquier otro se derrumbara.
Gema, sin embargo, no era “cualquiera”.
Sentada con elegancia, cruzó las piernas con calma y dejó que sus dedos pasearan con indiferencia por el borde de la copa vacía que tenía frente a ella.
-No todo movimiento necesita un beneficio inmediato. -Respondió con tranquilidad, como si hablara del clima.- A veces, lo que importa es el efecto. El temblor. Que no sepa dónde está parada.
El hombre la miró en silencio unos segundos más. Luego, se inclinó hacia el frente.
-Fue una estupidez, Gema. Que te descubrieran hurgando entre los documentos del Alfa no solo es peligroso. Es sospechoso. ¿Querés que piensen que esta familia conspira?
-Ya lo piensan -Replicó con una sonrisa. -Desde que esa loba volvió con sus cachorros. Todos caminan de puntillas alrededor de ella. Como si fuera frágil, especial… como si hubiera algo dig