Capítulo 18. El refugio de las hermanas
ELENA
Mis padres estaban sentados en un sofá de terciopelo oscuro. Mi madre tenía los ojos hinchados de tanto llorar, y mi padre mantenía la mirada baja. A un lado, mis dos hermanas, Adriana, con el rostro tenso y los labios apretados, y Natalia, que parecía no saber dónde colocar las manos.
Me detuve en el umbral. Lycan se quedó a mi lado, sin tocarme, pero sin alejarse.
—Elena… —susurró Natalia, y en ese instante, el mundo se rompió.
Corrió hacia mí sin pensarlo. Me abrazó con fuerza, con desesperación, con amor. Sus brazos temblaban, y sus lágrimas comenzaron a caer antes de que pudiera hablar.
—Dios mío… —murmuró, apartándose apenas para mirar mi rostro—. ¿Qué te han hecho?
Sus dedos recorrieron mi mejilla magullada. Natalia se llevó una mano a la boca, ahogada por el dolor.
—¡¿Qué le habéis hecho?! —dijo, girándose hacia nuestros padres con los ojos encendidos—. ¡Miradla! —gritó, señalándome —. ¡Es vuestra hija! ¡Nuestra hermana! ¿Y la vendisteis como si fuera un animal? —¿Por q