Jaqueline
Después de la pregunta de Alexandre, las mujeres se encogieron como si intentaran desaparecer dentro de sus propios vestidos de alta costura.
—N-no… ninguno. —Balbuceó Raissa, intentando disimular el malestar.
—Excelente. —Respondió Alexandre sin cambiar el tono, aunque con una sonrisa que no llegaba a los ojos—. Porque cualquier problema con ella… es un problema directo conmigo. —Dijo, rodeando mi cintura con delicadeza sin desviar la mirada de las dos.
El silencio de ambas era casi incómodo. Sentí el brazo de Alexandre a mi alrededor, firme y protector. Y aun sin añadir nada, ese gesto hablaba por sí solo. Él me miró rápidamente y luego volvió el rostro hacia ellas.
—Disfruten de la fiesta… con discreción.
Alexandre me condujo lejos del alcance de aquellas serpientes. Nos detuvimos cerca de una columna de mármol.
—¿Estás bien?
Fingí una sonrisa, intentando minimizar la tensión del momento.
—Sí, estoy bien.
—¿Qué fue lo que dijeron?
Alexandre sabía que algo había pasado y