Jaqueline
Las dos estaban al otro lado del salón, pero fue imposible no notarlas. Parecían haber salido de la misma matriz. La semejanza física era innegable: desde la postura segura hasta la mirada altiva. Ambas vestían atuendos caros, con cortes modernos y atrevidos, como si hicieran cuestión de dejar claro que pertenecían a ese mundo. Sus ojos estaban fijos en mí. Como quien ya sabía que me encontraría allí. Thais exhibió una sonrisa discreta y venenosa, mientras Raissa apretaba la copa de espumante con fuerza, como si se estuviera conteniendo. Era imposible no sentir un escalofrío recorrer mi cuerpo.
Era como si el vestido, las joyas y el maquillaje impecable no fueran suficientes para protegerme de ese momento. Ignoré la presencia de las dos y tampoco le dije nada a Alexandre. No les daría el gusto de ser notadas por él. Él seguía relajado y sereno, mientras a todo momento alguien se detenía para saludarnos.
Decidida a ignorarlas, comencé a observar la mansión de Edgar Nolasco. T