Jaqueline
Después de una ducha tibia, me puse una camiseta grande y cómoda y me recosté en el sofá de la sala. La televisión estaba encendida, pero las imágenes pasaban frente a mis ojos sin que yo realmente prestara atención. Estaba perdida en mis pensamentos. En el recuerdo de Alexandre y Andrei, frente a frente en el pasillo como dos generales. La tensión en el aire era intensa, y mi miedo se materializaba en ideas que me oprimían.
“¿Y si la alianza se ve afectada por mi culpa?”
“¿Y si estoy destruyendo algo que él construyó con tanto esfuerzo?”
Cuando la angustia habló más fuerte que la razón, llamé a Estevão, que me atendió enseguida y fue hasta la sala de reuniones. Pero lo que vino después me desconcertó. Alexandre volvió del encuentro con la misma calma de siempre, como si acabara de salir de una charla entre amigos.
Tomé una almohada y la abracé. Todavía sentía el malestar de haber salido de aquella manera de la sala de Alexandre. Llevaba un torbellino de emociones en el pech