Jaqueline
Mis ojos cansados permanecían fijos en la pantalla del computador. Hacía días que renunciaba a mi hora de almuerzo para seguir con el objetivo de encontrar un apartamento decente para alquilar. Las búsquedas no estaban siendo fáciles. Los alquileres más accesibles quedaban increíblemente lejos, y los mejor ubicados eran carísimos. Además, aún tenía que preocuparme por comprar los muebles.
Contaba con la ayuda fiel de mi amigo Caio y de mi más reciente amiga, Sabrina. Aunque había llegado hace poco a mi vida, se mostraba dispuesta a ayudar. Disimuladamente repasaba los anuncios por décima vez cuando el sonido de la puerta del ascensor abriéndose desvió mi atención.
Alexandre estaba llegando para otro día de trabajo. Caminaba con ese aire firme e imponente que le era tan característico. En cuanto me vio, se quitó las gafas oscuras —que lo hacían lucir terriblemente atractivo— y me regaló una sonrisa cálida, gesto que venía repitiendo cada día. En los últimos tiempos había deja